*208.- “Tres vasos tras cruzar el Rubicón”
Tres vasos, un mismo destino. Ellos si saben que les espera bajo las tenues luces del Bar, pero cada cliente que llega no sabe con la misma certeza que ocurrirá tras tomarse esas copas.
Añadámosle el mítico nombre del Bar, “Rubicón”. Parece como si, cada vez que llegases a él, te fueran a surgir las dudas, igual que a Julio Cesar ¿Cruzaré hoy el Rubicón?
Cruzarlo depende de tu estado de ánimo, si te quieres divertir con los amigos, si tienes que ahogar las penas, si estás de espera, si “debes” ¿Dinero, Alcohol, Fútbol…?
Ya dentro decides si pides un vaso, dos, o tres… o lo deciden por ti.
Pero casi siempre merecerá la pena “cruzar la puerta del Rubicón” y, si excedemos, diremos como Cesar “¡Alea iacta est!” o más teatralmente “¡Que empiece el juego!”, esperando salir victorioso del “trago” o, al menos, apoyado en un hombro amigo.
Tres vasos, un mismo destino. Ellos si saben que les espera bajo las tenues luces del Bar, pero cada cliente que llega no sabe con la misma certeza que ocurrirá tras tomarse esas copas.
Añadámosle el mítico nombre del Bar, “Rubicón”. Parece como si, cada vez que llegases a él, te fueran a surgir las dudas, igual que a Julio Cesar ¿Cruzaré hoy el Rubicón?
Cruzarlo depende de tu estado de ánimo, si te quieres divertir con los amigos, si tienes que ahogar las penas, si estás de espera, si “debes” ¿Dinero, Alcohol, Fútbol…?
Ya dentro decides si pides un vaso, dos, o tres… o lo deciden por ti.
Pero casi siempre merecerá la pena “cruzar la puerta del Rubicón” y, si excedemos, diremos como Cesar “¡Alea iacta est!” o más teatralmente “¡Que empiece el juego!”, esperando salir victorioso del “trago” o, al menos, apoyado en un hombro amigo.
*Por error en la recepción del correo este relato no pudo concursar pero por deseo del autor lo publicamos en este blog.