domingo, 30 de noviembre de 2008

*208.- “Tres vasos tras cruzar el Rubicón”
Tres vasos, un mismo destino. Ellos si saben que les espera bajo las tenues luces del Bar, pero cada cliente que llega no sabe con la misma certeza que ocurrirá tras tomarse esas copas.
Añadámosle el mítico nombre del Bar, “Rubicón”. Parece como si, cada vez que llegases a él, te fueran a surgir las dudas, igual que a Julio Cesar ¿Cruzaré hoy el Rubicón?
Cruzarlo depende de tu estado de ánimo, si te quieres divertir con los amigos, si tienes que ahogar las penas, si estás de espera, si “debes” ¿Dinero, Alcohol, Fútbol…?
Ya dentro decides si pides un vaso, dos, o tres… o lo deciden por ti.
Pero casi siempre merecerá la pena “cruzar la puerta del Rubicón” y, si excedemos, diremos como Cesar “¡Alea iacta est!” o más teatralmente “¡Que empiece el juego!”, esperando salir victorioso del “trago” o, al menos, apoyado en un hombro amigo.

*Por error en la recepción del correo este relato no pudo concursar pero por deseo del autor lo publicamos en este blog.
*207.- “¡SE RECORDARÁN!”
“¡Por los buenos tiempos, no siempre fueron los mejores pero se recordarán!”
Un choque de jarras certificó aquel brindis y sus dos protagonistas, tras esbozar una amplia sonrisa, echaron un buen trago.
Alegres por las cervezas, aquellas no eran las primeras, o quizás porque recordaban tantas tardes de gloria con los amigos en este viejo Bar de la calle del Sol donde, hace bastantes años, nació aquel peculiar brindis.
Aún disfrutaban del sabor de la bebida y del recuerdo, elegid vosotros el orden, cuando oyeron una voz conocida
“¡Y bien que se recuerdan esos buenos tiempos!”
Los dos amigos se volvieron y no daban crédito cuando vieron al recordado… “¡Michael!”
No hicieron falta palabras y con sus pupilas chispeantes, esta vez más por la emoción del inesperado reencuentro que por el alcohol, los tres amigos se abrazaron en aquel viejo Bar de la calle del Sol.

*Por error en la recepción del correo este relato no pudo concursar pero el autor ha querido que aparezca publicado en este blog.

miércoles, 26 de noviembre de 2008

206.- Sin título
El patrón vino a casa poco tiempo después, y me lo dijo con sus ojos inundados en lágrimas transparentes, silenciosas, arañando la palabra y quemando el sitio por donde pasaban. “Manuel no tuvo tiempo de saltar cuando nos embarcó la ola y el barco zozobró”. La lluvia cegaba todo hostigada por el viento huracanado que alzaba el mar en mil crestas blancas (de crepitar). Cuando fueron a buscarlo no lo encontraron, sólo flotaban algunos restos del pesquero.
Han pasado dos largos días, sigue lloviendo, siguen buscando, sigo esperando que me sea devuelto. A última hora de la tarde suena el teléfono y corro todo el interminable pasillo mientras mi mente se dispara.
-“María, soy yo, estoy bien, he vuelto a casa”.
205.- SOLTANDO LASTRE
Una lluvia fina de aguamarina me acaricia la piel. Dejo que el viento caprichoso guíe la nave y estallo en carcajadas, hasta que un grito grave y primitivo surge de mis entrañas; grito hasta vaciar por completo mis pulmones. De vuelta en el muelle, las nubes sueltan lastre. Camino empapada con el paso rítmico e involuntario de un autómata. Por una puerta entreabierta se filtra una cadencia alegre que me envuelve y arrastra al interior, donde las personas charlan, se divierten. Me siento en una mesa y fumo sin parar; la ginebra me acompaña. Pasan los tragos, la realidad se transforma en un remolino confuso de formas y sonidos. Salgo al exterior, me siento en un bordillo. Con la cabeza entre las manos, lloro. Lloro y vomito hasta secarme por dentro. Consigo todo lo que deseo. A veces, tanta felicidad me aturde, me vuelve loca, y necesito desahogarme.
204.- Redención nocturna
La noche cae y el destello intruso no tarda en colarse por la ventana, el resplandor verdoso se posa, y la pared permisiva e inmutable, se tiñe. Desde la cama se intuye la silueta de un sapo, con apariencia de despertador metálico, y con el ruido de las saetas, respira, como si tuviera vida. La noche es tranquila, es verano, un día húmedo quizás. Distraída con la simple sombra, aguanta la misteriosa paz del bicho enzarzada con la mente. Se incorpora con ritmo cansado y resoplando; la puerta sonó. Ruido ciego de madera, como siempre dos rápidos y uno lento. Al recoger las llaves se asoma por la ventana, al fondo, la calle parece viva a pesar de la calma de la habitación, sonríe sin darse cuenta y sale rápida... el mimo verde desaparece por un momento... luego reaparece para quedarse hasta el amanecer.
203.- Sin título
“Oigo en el eco de las risas el fácil fluir de las palabras, cuando la sequedad del gaznate es reconfortada por una apacible cerveza; bajando pesadamente hasta el estómago, subiendo alegremente a la cabeza y volviendo a la boca para pronunciar ritmos elocuentes de felicidad.
Veo en el chocar de las garras la perseveración del ceremonial, que noche tras noche no se acaba hasta ver al cuerpo desplomar. ¿Qué tendrá el líquido elemento? ¿o será el ambiente del local?, para que al final de la jornada, todos quieran regresar.
Logia de las brabuconerías y charlas sin terminar; una y otra vez escuchadas por el personal. Pero, aún así, divierten a la gente, resuenan los cristales y vuelta a continuar el ritual.”
202.- Una pequeña historia elemental
Desde antes de nacer, su vida estaba marcada por los elementos.
Amaneció al mundo en la calle del Sol, un 25 de febrero de 1941, sólo diez días después del incendio que destruyó la ciudad. El fuego lo hizo agitarse en las entrañas de su madre y ésta no tuvo otra opción que dejarlo salir a la tierra.
Su infancia transcurrió correteando calle arriba y calle abajo entre pescadoras, marineros, golfos y pillos como él. Criado por una madre viuda de un marino polaco que no tuvo tiempo de conocer al segundo hijo.
Aquel hombre alto llegado de tierras frías, de ojos claros e imponente presencia, calado por una boina, regresaba del mar cada tarde con las manos ajadas por las redes y tomaba en sus brazos al pequeño hijo. Este apenas tenía cuatro años cuando el agua y el viento se lo
arrebataron en una noche de galerna.
201.- ABRACADABRA
Tres amigos acordaron verse en la Calle del Sol: Dolmen, Rubicón y Urban. Eran magos. Iban a usar todo su poder para salvar el amor en el planeta. En su viaje desde una estrella lejana descubrieron que en la Tierra la vida estaba perdiendo sentido. Y decidieron intervenir. Escogieron esta calle para realizar su acto de magia más sublime: devolverle a la Humanidad el más noble de los sentimientos. Y así fue. A partir de aquel día, todo aquel que acude a los bares del lugar y consume una botella de vino, recupera la inocencia, la ternura y las ganas de vivir. Como grato recuerdo de su visita a Santander, asignaron sus nombres a los tres bares más acogedores de la ciudad. Soy turista latinoamericano. Ayer visité los tres bares con una amiga. Luego de horas de grato placer, hicimos el amor. Nunca antes habíamos experimentado tantos orgasmos múltiples…
200.- POR FIN VUELVO
Por fin vuelvo.
Ya veo, a lo lejos, la isla de Mouro.
Solo en mi barco el cielo y el mar son el escenario de mi tristeza. Con su telón gris azulado es imposible definir principio y fin de cada uno en una lúgubre unión que parece mostrar el camino a los compañeros que he perdido en la tormenta.
Es cierto, nunca debimos salir en el barco, pero nuestras ansias por convertirnos en el pirata de Espronceda ensordecieron los oídos a los pronósticos y las voces amigas. Espantosa ironía de nuestro destino que nos ha llevado a encontrar de cara a la muerte por querer vivir intensamente.
Se acerca gente en una lancha, por fin tendré un hombro donde confiar mi llanto.
Aunque están en el barco no advierten mi presencia a pesar de mis esfuerzos.
Una frase perdida me lo explica todo: No hay ningún superviviente.
199.- AHORRA AGUA…
Estaba desorientada,
aunque la imagen que reflejaba el espejo le resultaba familiar.
De fuera llegaban voces y risas
mezcladas con esa música tan conocida para ella.
Se sentó
y al fijar la mirada en aquel cartel supo dónde estaba y pensó:
“demasiados mojitos”.
198.- Rutina
Como cada día la anciana sale de la tienda de libros antiguos que regenta y camina hacia la iglesia cercana. Se sienta en el último banco y reza sus oraciones. Mientras baja las escaleras hacia la calle, una sonrisa se dibuja en su cara surcada de arrugas: llega el momento más feliz del día. Con paso resuelto, recorre el camino hasta el bar de la esquina. Abre la puerta y se dirige a la silla de la esquina de la barra que ocupa desde hace años. Se sube con soltura y saluda con un gesto mudo al camarero. Él, como cada día, le sirve una Coca-cola con un solo hielo y una rodaja de limón, y un platito de patatas que ella devora con avidez entre sorbo y sorbo. Al terminar, deja unas monedas sobre la barra y sale del establecimiento satisfecha. Solo espera que llegue pronto el día siguiente.
197.- CALLE SIN SOL
-¡Garçon, tres daiquiris y una caña!
Y el camarero se giró extrañado mientras yo, absorto en el modo de besar la copa de una morena acomodada a media barra, pensaba en qué me había llevado a estar en aquel tugurio, y a aquellas horas de la noche.
Te miré de nuevo.
Charlamos un rato más, pese a que mi cuerpo no se encontraba en las mejores condiciones, pero ya había decidido no enamorarme, cosa que a menudo suelo incumplir. Antes de que pudiera darme cuenta, había descubierto que, como escuché de algún cualquiera hace tiempo, en los peores bares, a las peores horas, se conoce a la mejor gente. Incluso en los de las calles en las que nunca da el sol.
196.- VIAJE A HELIOS
DESHAGO LOS ÚLTIMOS PASOS ANDADOS ANOCHE, EN BUSCA DE LUCIDEZ, Y UN ABRIGO OLVIDADO.
UN POCO TARDE. LOS PRIMEROS RAYOS MATINALES ASOMAN POR LA ESQUINA OESTE DE LA CALLE.
SOL VIBRANTE... CARMELITAS BARRIENDO. OTROS PELOTEAN CON NIÑOS. ESCUELA DE ARTES, OCIOS. MUSICA EN LA CALLE. FUNCIONARIOS HACIENDO TAICHI.
RESPIRO HONDO. HASTA CON CIERTO ALIVIO...
EN AQUEL LOCAL DE CERVEZAS Y BUENOS MOMENTOS, ME ENCUENTRO
AHORA, SENTADO EN SUS ESCALERAS, A UN ENTRAÑABLE ANCIANO ORIENTAL BAJO UN CARTEL QUE REZA : LI AN JU - FAQUIR-
LA MENTE INTENTABA ENTENDER ESTA VISIÓN.
MI CONSCIENCIA NO DUDABA. ERA LA MISMA CALLE DONDE HORAS ANTES, CON LA COPA Y LA LUNA LLENAS, PRETENDIAMOS GIRAR EL MUNDO.
CAMINANDO....
AL FINAL DE LA CALLE UN PUENTE SE ALZA , COMUNICANDO LO QUE JURARÍA ERAN UNA IGLESIA Y UN JUZGADO, ESTANDARTES DE LA JUSTICIA DIVINA Y
HUMANA. HELIOS PASABA POR SU CENTRO.
NO NECESITO EL ABRIGO.
195.- ACORDES
Me acuerdo de aquel tiempo, de aquella calle entre el mar y la ciudad alta. Calle del Sol, número cuarenta y tantos, piso tercero, mano izquierda..... Y mano derecha. Y mucho, mucho corazón. Y el alma entera amarrada a las seis cuerdas. La ventana siempre abierta y todas las tardes engalanando el Viento con los aires de su guitarra. Aires del Sur y del Norte...... y de todos los puntos cardinales. Sin moverse de su calle, sin despegarnos de la silla, volábamos en sus acordes por todas las calles que el sol iluminaba. Y en unas Alegrías de Cádiz se elevaban, acompasadas, las olas de la bahía. La calle la volvió gitana y el sol se marcó una rumba en el bautizo de Oripandó...
hasta que Carmen, graciosa, se quitó el traje de lunares y en su baile se fusionaron los acordes que acercaban las orillas de todos los océanos.

martes, 25 de noviembre de 2008

194.- COMIENZO
Cuando por fin llegamos a la checa y me bajaron del coche a golpes, fue la luna llena y no el astro que daba nombre a la calle, la que con su luz mineral me convirtió de nuevo en hombre antes de atravesar la puerta del edificio bajo el que una vez me había enamorado y en el que ahora me esperaba la muerte. Me llevaron a un cuarto blanco y vacío, taparon mi rostro con una bolsa y escuché el chasquido del cargador insertándose en la empuñadora de una pistola. Después silencio hasta que una voz dulce y melancólica se alzó en la oscuridad:- Contesta traidor, ¿Qué es lo que más temes?-. Y yo, que para entonces ya pensaba como un muerto que piensa, contesté sin más : -Vivir.
193.- “Criaturas de la noche”
A la orilla del Rubicón, bajo la luz tenue de las farolas, se dejan caer de nuevo las criaturas de la noche. Como un enjambre de abejas que codician la dulce miel que se sirve tras la barra, revolotean de bar en bar, buscando el calor y la compañía. Risas, alcohol, palabras hiladas sin mucho sentido, lucidez de madrugada, confesiones inconfesables, roces buscados, miradas esquivas, cristales rotos en las aceras, escalofríos de otoño invernal... las horas se deslizan y doblan la esquina huyendo de la oscuridad.
Apareció sin previo aviso, nadie le oyó llegar. Sigiloso y acompañado del vuelo de una gaviota, se dejó ver por encima de los viejos tejados. Les sorprendió de espaldas a la realidad, mirando a través del distorsionado cristal de la botella. Anunciando el final de la función, los rayos dorados se abrieron paso, proyectando alargadas sombras en las fachadas de la Calle del Sol.
192.- ENCUENTROS PROHIBIDOS EN EL CAFÉ
-¿Hablaste con ella? –le preguntó Sofía mientras se sentaba a su lado.
-No he sido capaz, lo siento –murmuró.
-¿Lo harás algún día? - preguntó ella con ojos tristes.
-No puedo hacerle daño, ni a ella ni a mis hijos, espero que lo comprendas.
-Llevamos así más de un año, y las esperanzas de poder estar contigo se desvanecen por momentos, estoy cansada de sufrir. Me dijiste que no eras feliz con ella y yo te creí…
-Lo siento Sofía pero…
-No, no digas nada –y acto seguido se levantó y con lágrimas en los ojos abandonó el café. Poco después él salió también, seguro de que no volvería a verla y aunque algo triste, aliviado al saber que nadie más sabía de aquellos encuentros.
Pero había alguien que cada tarde había sido testigo de todo. Esos vasos de cristal en los que ahora ahogarían sus penas por separado.
191.- San Ezequiel
Las nubes rojas anunciaban viento sur, las hojas marrones de los árboles inundaban la calle, el reloj marcaba las cuatro de la mañana y de nuevo volví a oír el aterrador chasquido de las llaves de Ezequiel en la calle del Sol. El vello se me encrespó, mi corazón estaba a punto de estallar y el único amigo que tenía en mis manos era la inseparable botella de vino. Yo, un vagabundo con experiencia, iba a ser testigo nuevamente de la escalofriante visita.
Ezequiel, un hombre robusto que dedicó toda su vida al antiguo oficio de sereno, abrió y cerró las puertas de los portales de la calle del Sol, hasta el 23 de diciembre de 1940, fecha en que murió asesinado a manos de mi amigo Jeremías Pelayo, apodado entre nosotros como “El Verdugo”, alias que recibió por degollar a los pollos en la plaza de la Esperanza.
Se dijo que lo degolló con un cuchillo en plena calle del Sol como si de un pollo se tratase. Algunos días de viento Sur, a las cuatro de la mañana, el espíritu de Ezequiel vaga por los portales abriendo y cerrando puertas. Los perros ladran, los gatos se esconden y la gente se refugia en sus casas, pero Ezequiel sigue, sigue buscando…
190.- Bailé jazz descoyuntado
La verdad es que anoche salí y estoy escribiendo al vuelo. Encontré a J. con el Urban a medio abrir y estuvimos hablando de los siete años que pasó como feriante, los toboganes y la gente con pistolas. Ella estaba con el tatuador, enseñando el muestrario. Como era viernes, ni siquiera lo intentamos en el Rubicón, aunque vimos el vaho de los cristales al ir a por tabaco. La lluvia era fina y nos animó a echar unas caladas bajo los andamios. Pasaba más gente. Paraban e informaban. Iba a haber jazz en el Callejón y probablemente G. y C. se dejaran caer. Además tocaba el Bubi con una banda de cinco y una negra de Carolina del Norte muy recomendada. Me dejé llevar. Hablé a todos como si fueran de mi familia. Repartí las dos chapas que me quedaban. Bailé jazz descoyuntado. Y ahora tengo que terminar un trabajo.
189.- HOMENAJE
Todo en su vida fue un exceso. Sus gafas de pasta negra, su vestimenta negra, su mirada negra. Había de ser como fue. Cayó una noche sin luna, a la bahía, a las aguas negras. Lo buscaron por dos días hasta que encontraron su cadáver inconfundible flotando entre la basura náutica, hinchado y reconocible. Pero él se fue como quiso. Y nos dejo a todos atónitos, sonámbulos en las noches lluviosas, con las miradas perdidas en el fondo de nuestras copas...pensando que en cualquier instante abriría la puerta con mano cansina, espalda cargada, voz lenta. Sólo en algunos fugaces momentos, tal vez ayudado por la noche cómplice y algún amigo pasajero, lo vimos sonreír. Era distinto. Inspiraba temor. Llevaba una carga invisible que lo aplastaba. Y aquel día se dejó aplastar. Talvez fuera su destino… pero me hubiera gustado, cualquier maldito día, antes de su partida, ofrecerle un cigarro.
188.- ¿Cuál es la calle con más encanto de las calles encantadas?
En algún lugar debe haber un almacén donde durante siglos se amontonen cifras y datos con la esperanza de llegar a resolver el misterio.
Solo hay una cosa que me inquieta en este planteamiento tan sencillo: lo que podría suceder si se supiera que yo tengo la respuesta.
187.- El vaso siempre puede estar más vacío
El lunes la lluvia estropeó mis zapatos nuevos.
El martes me robaron la cartera en el metro y esto me molestó tanto que me hizo olvidar los zapatos.
El miércoles no aprobé el examen más importante del año e inmediatamente desapareció la preocupación por la cartera.
El jueves, al bajar las escaleras, resbalé. Me fracturé dos dedos de mi mano derecha y esta vez fue el dolor quien tapó mi suspenso.
El viernes el veterinario me confirmó que al día siguiente debía sacrificar a Lucas.
Aquí se detiene la historia.
Unos piensan que no continúo por miedo a que me ocurra algo peor. A mi me da igual lo que puedan pensar.
Yo solo se que mañana es domingo y me niego a olvidar a Lucas.
186.- Aire roto.
El aire roto que acompañó la bala, el sollozo que proclamó la vida.
Mi abuela nació el treinta de agosto de mil novecientos treinta y dos. Y don Julián Hernández fue asesinado ese mismo día.
Aquella mañana mi bisabuela lloró doblemente. Por el hombre que murió y por su recién nacida hija.
Y justo en la calle del Sol, donde ahora mi abuela quiere volver a encontrarse con su niñez.
185.- Viva la vida.
-Hola mi amor.-susurró ella.
-Siéntate, Bárbara.-masculló él.
Ella echó un vistazo a su alrededor. Tras cinco años de miradas furtivas y palabras amenazadoras, todo lo que ese bar decía le daba igual.
-¿A qué tanta prisa?
-Bárbara, se acabó. No puedo seguir con esto. Me viene grande y no quiero seguir haciendo sufrir a Isabel.
Ella se quedó mirando la cajetilla de tabaco que había sobre la mesa. Vacía.
-¿No vas a decir nada?-preguntó Javier. Le costaba respirar y después de las tres copas que había tomado, las palabras se amasaban en su boca.
Ella siguió mirando la cajetilla. Sacó una de su bolso, extrajo un cigarro y lentamente le consumió entre sus dedos.
-Es mejor que me marche, tengo que ir a buscar a las niñas al colegio. Te quiero.-murmuró él. Como siempre que lo hacía. Dibujando miedo en sus palabras. Miedo a ser descubierto.
Bárbara siguió allí.
184.- MICROSITUACIÓN
Volvió al cabo del tiempo. Pero no estaba allí. Claro que no. Qué tonto. Como si el tiempo no pasara. Pero todo estaba tan irónicamente igual. Los balcones continuaban suspendidos sobre la calle mojada, cuatro muchachos fumaban en una esquina y a veces, cuando cesaba de llover, se entreveían los rayos de luna iluminando la noche… la noche, las interminables noches pasadas por agua. “Vuelve, te estaré esperando aquí sin moverme, pero vuelve pronto o mis pies echarán raíces y solo encontrarás un árbol” No había árboles nuevos. Sólo lluvia tenue y charcos, charcos con reflejos de luna; los pisó con tristeza, cabizbajo, despedazando la magia. Emprendió el camino a casa, y, sin quererlo, sus pasos le llevaron empujar una puerta. Era el lugar de siempre, de las citas y las risas, pero ahora él se sentía infinitamente solo… cuando de repente, al fondo del mostrador, una desconocida le sonrió.
183.- DESENCUENTRO EN SOL MENOR
Una callada tristeza viaja hacia atrás, hasta el último bar donde estuve apenas hace unos minutos y se instala acodada en el mismo lugar de la barra y te mira y te pregunta: ¿Por qué no me miraste?
182.- Y YA NUNCA SE DETUVO
No, cuando empezó a llover yo era muy niña, no recuerdo nada del mundo árido. Mi madre dice que había moscas en el aire, y que el Sahara no era una selva. ¿Te imaginas? La vida sin lluvia, y el cielo todo azul, qué vértigo. Oye, te queda bien el paraguas. ¿A quién se le ocurrió lo del disfraz? Los he encontrado en casa de mi madre. Sí, antigua, de las de techo. Menos mal que dentro de poco la descapotan, porque cuando voy a visitarla es que me deshidrato. Venga, bébetela y vamos al carnaval. Que nos lo vean puesto un momento y luego nos lo quitamos, que necesito mojarme ya. Venga, salud. ¿El qué? ¿A la cerveza? Supongo que antes le echarían agua artificial, yo qué sé. ¡O a
palo seco, sí, qué horror! Menos mal, de verdad, que aquel día empezó a llover y ya nunca paró.
181.- EL GORDO Y EL FLACO
Fue anoche, viendo una película del gordo y el flaco. De pronto la tele se iluminó, y entonces sentí que aquellas voces grotescas daban vueltas en mi cabeza, y que una extraña radiación impregnaba mi cuerpo de sus absurdas figuras. A la mañana siguiente, sin embargo, no sospeché nada tras tropezar con el contenedor que había junto a la farola. Tampoco en el bar, cuando con el café me sirvieron un espigado vaso de agua. Ni luego al comprar el Quijote, que venía con un delgadísimo fascículo de regalo. Menos mal que en casa me di cuenta, al ver por la ventana al ciprés pegado al arbusto, y pude escapar justo cuando el puf se arrimaba a la lámpara para cerrarme el paso. Dios mío, ¿quiénes son, qué quieren de mí? Sentado de espaldas a esta pared azul y blanca, me pregunto con horror por dónde van aparecer de nuevo
180.- ROJO PAPA
¡Rojo Papá !. – Sí, rojo hijo, rojo como nuestra sangre, rojo como el vino, rojo porque así decidieron llamarnos para separarnos a unos de los otros, para distinguir a las personas que no les gustaban… pero no te fijes en eso, porque la vida es más bonita con todos los colores sin decidir si ese u el otro es más bonito, aceptándolos todos, cada uno con su tonos, sus texturas, su luz. Además, juntos hacen el color blanco, así encontrarás en cada uno de ellos parte de tí y ellos te tratarán como a uno más, sin juzgarte, conscientes de que la vida es de todos los colores. -No papá, te digo que el cuadro es rojo- . -Sí hijo y ese azul, como el cielo, como tus ojos y ese otro verde como los montes y ese marrón como la tierra y el otro amarillo como el sol.
179.- EL RUBICÓN
Son las veinte horas de un domingo por la tarde, entro en un bar, el Rubicón por nombre vuelvo a leer al pasar, en la barra un hombre maduro,sin muchas palabras, con una sonrisa sobria, me sirve, sin hablar.
Observo al reservado barman, y no puedo por menos que sonreír al pensar que realmente parece un galo tal como nos lo pinta el mundo audiovisual. Una idea me ronda, pienso que al igual que César cruzó el río Rubicón, la frontera entre Italia y la provincia de la Galia Cisalpina, todos los que allí nos encontramos hemos cruzado nuestro particular umbral.
El barman me mira y allí me descubro, como él, sin poder dar un paso atrás, conscientes al igual que César que más difícil que vencer a los bravos galos es continuar con nuestras singulares batallas sabiendo que la suerte está echada y solo vale luchar.
178.- Sin título
El piano del viejo Joe seguía tocando mientras en la mesa del fondo cuatro tipos se jugaban el salario de ese día a las cartas. Más acá, en la barra, dos hombres conversaban al calor del whisky.
-¿Cual es tu camino, muchacho?
-Arizona.
-¿Tienes familia esperándote?
-No, señor -hizo una pausa. Prefiero la libertad.
-También yo, muchacho, también yo. Sólo tengo a Shally en la habitación del hotel de este pueblucho infernal. Paro por ella siempre
que voy de camino a Nevada.
-Sin familia... Mejor así -añadió el más joven.
Brindaron.
-Supongo que llega el momento -sugirió el de más edad y echó mano a la pistola.
Salieron. Amanecía en el valle. En el Este se abría una línea de luz y el cielo sin nubes hacía más bella la mañana. El poblado permanecía en silencio. Los dos hombres salieron a la calle del Sol dónde tendría lugar su duelo.
177.- CALLE DEL SOL
Amanecía sin nubes. Madrugada de 6 del 5. Pequeños gorriones cantaban con fuerza mientras la ciudad dormía. Los locales cerraban ya sus puertas –un golpe seco- y los pies, sobre vasos rotos, destrozaban la noche aplastando vidrios sobre el asfalto. Él había brindando, por el tiempo que pasa y el esfuerzo infructuoso de retenerlo entre los dedos de las manos. A esa hora ya sólo sentía la tiritona dentro de la cazadora y el golpe del frío de la mañana. Giró la cabeza y vio el reflejo de su rostro descompuesto en el cristal de un coche. Encendió el último cigarrillo, el que guardaba para el regreso a casa y bajo la claridad que llegaba del Este fue descubriendo la calle del Sol que se abría al día, a la mañana aún fresca y a los sueños de los que dormían.
176.- SOLTANDO LASTRE
Una lluvia fina de aguamarina me acaricia la piel. Dejo que el viento caprichoso guíe la nave y estallo en carcajadas, hasta que un grito grave y primitivo surge de mis entrañas; grito hasta vaciar por completo mis pulmones. De vuelta en el muelle, las nubes sueltan lastre. Camino empapada con el paso rítmico e involuntario de un autómata. Por una puerta entreabierta se filtra una cadencia alegre que me envuelve y arrastra al interior, donde las personas charlan, se divierten. Me siento en una mesa y fumo sin parar; la ginebra me acompaña. Pasan los tragos, la realidad se transforma en un remolino confuso de formas y sonidos. Salgo al exterior, me siento en un bordillo. Con la cabeza entre las manos, lloro. Lloro y vomito hasta secarme por dentro. Consigo todo lo que deseo. A veces, tanta felicidad me aturde, me vuelve loca, y necesito desahogarme.
175.- CHARLANDO BAJO LA LLUVIA
Asómense a un nuevo día en Santander. A pesar de la lluvia unos vecinos comparten jubilosos unos momentos en una terraza. Ella relata inquieta el viaje de su nieta camino del intercambio. Él pregunta curioso sobre el tema. Expone su opinión. Ella escucha interesada. Él recorre su experiencia en el extranjero. Recuerda su juventud. Un trayecto en el ferry años más tarde. Aquel tedioso viaje de trabajo a un congreso con su jefe. Después repasa una vez más, cada una de las razones que le hacían despreciar a su jefe. Ella, aturdida, desliza una mano por su pelo, tras la oreja, y disimuladamente, desconecta el audífono. Sonríe. Bebe un sorbo de cerveza. Y mira la forma graciosa y ridícula en que él gesticula y sus labios se contorsionan si emitir sonido alguno. Repasa cuarenta años de matrimonio. La lluvia cae ahora insistente, en absoluto silencio, como sin tocar el suelo.
174.- RUBICÓN
El ritmo parece repetirse, plegarse, fundirse sobre sí mismo como si la música fuera chocolate caliente. Mientras, mi cabeza descansa recostada sobre la madera.
Los hielos se funden lentamente. Los sonidos se solapan hasta atenuar la melodía. Tu reflejo resbala despacio por el vidrio mojado hasta sumergirse en el alcohol. Espero. Hace rato fuiste al baño. Laura, fue hace un año cuando reías. Decías que el arte eran unas vacaciones que algunos no pueden permitirse. Espero. Siempre pido dos copas por una tuya. ¿Por qué tu imagen inundaba mis sueños, Elena? Tu voz se retrasa en los recovecos del eco. Los vasos se agigantan. Mis párpados han borrado tu cara como un limpiaparabrisas. Un último pestañear de ojos, y ya no eres más tú, sólo tú, Marta, y la seguridad de que volveré a salir solo por esa puerta al final de la noche, tal y como entré por ella.
173.- A LOS PIES DE LOS CARMELITAS
En el cruce donde lo académico choca con lo divino, dos amigos discuten asuntos terrenales:
- Aquí estamos, siempre acabamos en el mismo sitio…
- Sí, ya es una constante, veremos cuantas veces nos preguntan si esperamos un taxi en este rato. Hablando de taxis… Estos dos cogieron uno, ¿verdad?
- Hace un buen rato. No estaban como para andar, los tequilas pasan factura, y rápido.
- No estaban muy lúcidos, no. Oye, supongo que al final habrás visto hoy a esa chica, ¿verdad? Mal asunto.
- No sé de qué hablas.
- Venga, sí que lo sabes…
- Vale, sí, lo sé… Digamos solo que el domingo será más duro que de costumbre.
- Bueno, me callo. Oye, hace frío, habrá que irse.
- Como hace frío, mejor volver a por la última, ¿no?
- ¿Qué?
- Venga, es pronto…
- Bah… Qué coño… Pero tú invitas.
- ¡Hecho!
172.- PLENILUNIO
Llega el plenilunio de cada semana, el momento de abandonar una impertérrita máscara, un molesto y alienante antifaz, que, sin embargo, es posible hacer caer, mas solo durante unas horas. Tiempo suficiente para dejarse arrastrar por la marejada de los sentidos, corriente de pensamiento, que deposita mi consciencia en el recurrente patio de todas mis ensoñaciones: Una calle, que alberga el embriagador latido de los secretos que esconde la noche, de aquello que, únicamente, acontece en umbría situación. Una calle, prófuga de todo convencionalismo y justificación, donde un “¿por qué?” torna en “¿y por qué no?”, al abrigo de una tenue luz, en pugna por traspasar el humo imperante en un cubículo perdido. Un espacio donde vivir espontánea trascendencia, exacerbando sentimientos hasta el paroxismo. Y al fin, como cada noche, al volver sobre mis propios pasos, el único anhelo es regresar con mi espíritu incólume, listo para el siguiente ciclo.
171.- * 140 *
140 pulsaciones en mi pecho. Un pálpito producido por una llamada a la puerta, el rechinar del viejo mueble durante la noche...
La fría luz proveniente de la calle no es si no un motivo más para aguardar entre las sabanas. Inviernos callados, donde el calefactor arrinconado es mi única compañía, en aquel pequeño estudio al final de la calle del sol naciente, cercano a la iglesia. Por las tardes oigo las campanas, individuos que se acercan a meditar, pero yo no.
Yo, espero.
Millones de recuerdos cubren el suelo; donde sonrisas sepias, noches desenfocadas, diminutas imperfecciones desatadas por el paso del tiempo me obligan a permanecer aquí, en mi refugio. Mis cabellos entrelazan con amarga suavidad su retrato. Quizás hoy miremos nuestra estrella a la vez, desde distintos puntos de la tierra. 140 sensaciones que filmen mi larga espera.
170.- * Retratos *
Un aroma calido invade la habitación, el té espera.
Voces se cuelan por las ventanas Risas agudas provenientes de la calle que nunca duerme... Su felicidad me entristece; deseo brindar, pero mis pies no se mueven. Solo mi mente, de mí, se conmueve.
Maldita seas, imagen del infierno... ¿por qué fuiste revelada al mundo? En blanco y negro tu indecisión se hace patente, desenfoque de un alma sin comprensión de sí misma...
Veo mi rostro en el baño, observándome condescendiente y no lo soporto. El sueño comienza a apresarme, intento acercarme a la ventana pero mi paso no es firme y caigo en el camino.
No se porque vine al mundo, al menos sí mi salida de él.
Junto a mí la fotografía, recuerdo de mi pasado, de mi no futuro. Mi retrato, en blanco y negro junto a él, mi amado. ¿Después de la luz?
Se hace el oscuro...
169.- Qué Importa
Qué importa la lluvia cuando todo lo puede solucionar un simple paraguas. Que importa que sus frías gotas caigan sobre la refrescante bebida servida hace apenas un momento atrás. Qué importa lo que la gente piense de nuestra actitud.
Imposible perderse en esta mañana lluviosa una charla amena con aquella persona que uno tanto atesora en su corazón. Imposible no disfrutar del bello paisaje que sólo ofrece la Calle del Sol cuando se está bien acompañado.
Qué importa lo que digan, qué importa lo que piensen, es imposible perderse en la vida un momento tan placentero como éste.
168.- SOL DE MIS NOCHES
Bien cenado y bien bebido, duchado y bien afeitado y vistiendo mis mejores galas, farfullo apenas una disculpa y salgo solo a la calle, una vez más, a encontrarte. Río abajo descubro tu rastro y me arrastro detrás de tí, por los bares: Santa Lucía, San Simón, Virgen del Carmen, orujo, tequila, ron…Niágara falls y caigo una vez más en tus brazos, vodka, tequila, ron…atravieso el Rubicón, tequila, ron… y ya vislumbro tus pechos. Cruzo hasta el Comité, entonces me pido un té, me tomo un ron y te beso. Bailo contigo en el Urban, bebo contigo en el Dolmen, tomo la espuela en el Zapa, ron, tequila, el Julia, el Billy, tequila, el Pil y entre volutas de alcohol vuelvo tropezando a casa, me masturbo en el sofá y me recuesto a tu lado, una vez más, sin encontrarte.
167.- Sin título
Érase una vez la esquina de un ascensor
y un hombre pegado a Ella.
166.- SIN DESTINO
Nada turbara evidentemente el silencio de estas horas, nada. El velero que en fin se apaga, se apaga como mi alma, que ya no tiene fuerzas.
El cielo estas mas gris; mas gris el camino, y por mas que he gritado, mi voz no recoge respuesta. Ya me ha cansado. Mi vela, la vela que antes me llevaba, ahora esta plegada y como rendida en borbollones de de aire, ya no la levanta… nadie.
Y la tarde se hace cada vez mas gris a estas horas y hay una isla mas allá a mi frente, por donde yo jamás habré de llegar ni pisar.
Y sentado por fin, entonces, junto a la proa, con la vela remangada por el viento, espero solo mi destino, virando y virando, a la deriva sin destino…
165.- A LA DERIVA
La fuerza de su embate la había herido, pero la vela que es al fin una vela al viento, no dejara de batir, y abatida por fin, en esa lucha, caerá de su mástil y arremangada se vera en la parte de la proa a esas horas.
Y el atardecer se ve mas crudo y pálido, y una isla pequeña de esas que apenas se ve desde acá, es mi única esperanza, al ver que mi barca esta sin fuerzas, y que las aguas de estas agua frías, de esta playa me han vencido…
Y me han dejado a la deriva…
164.- Por fin.
Entonces llegué. Vencí la dureza de Lope de Vega y me asomé a esa calle siempre iluminada donde el respeto, el placer, el amor, la cultura y la amistad confluyen y conviven con la tradición. Ya estaba allí, sólo faltaba la recta final. El sudor fluía por mi frente pero me daba igual, el intenso anhelo por llegar pudo con todo lo demás. Comencé a andar echando la mirada a los lados curioseando, como siempre. Pude ver jóvenes en la oscuridad desatando su pasión contenida, círculos de amistad, escuché las primeras notas de música que se escaparon de un local con la puerta entreabierta, aunque no supe distinguir de qué se trataba. Después de toda la semana fuera sólo quería encontrarme con mis amigos, escuchar las notas de alguna de las canciones de la banda sonora de mi vida y saborear esa exquisita rubia de buen gusto y doble malta.
163.- 23:50,CERVEZA Y EINSTEIN
23:50, un día de esos que sabes que no ha pasado nada.
Izquierda; derecha; arriba; abajo, elevado al infinito. Aunque esté en un techo conocido, jamás podré quitarme la costumbre de observar todo a mí alrededor. Así que ahora no va a ser el momento de romper conmigo mismo.
Hoy tenía ganas de café, pero en mi mesa hay un círculo de zumo de malta. Sé que no me he tomado más de una, pero yo quiero pensar que sí, aunque la vuelta de la compra del cómic de Amazing Spiderman vuelva a confirmarme mi cruel abundancia económica; a la vez que me recuerda que ya llevo demasiado tiempo ahí, más del que te concede una sola cerveza.
Señorita rubia o morena: punto de partida de una nueva vida o foso de una acabada, pero tu relatividad es el mejor limpia retinas, y como tal colirio, tiene que hacer llorar.

lunes, 24 de noviembre de 2008

162.- DUELO SPAGHETTI WESTERN
No sé cómo me vi en esta situación… Bueno, en realidad sí:
Calle del Sol. Exterior. Noche.
La puerta del garito en el que me encontraba aún estaba a medio cerrar cuando, ya no había vuelta atrás, estaba metido en un Spaghetti Western.
En la calle, a ambos lados y a cierta distancia de mí, tenía a dos fotógrafos. Sus miradas chocaban, resultando algún silbido “Morriconiano”; cada uno de ellos acariciaba su cámara como si fuera a disparar, pero aún no. Ahora sólo estaban componiendo, y yo era su
punto de interés.
No sé cuánto tiempo pasamos en ese estado analítico tenso y sin rodantes bolas de paja, pero se iba acabar; sí o sí.
El sonido de carga del flash, fue la señal.
A partir de ese momento, la cámara lenta sería el único narrador del duelo fotográfico;¿Y yo?: un RAW o un negativo sentenciado, según mi destino.
161.- Yo tuve una novia en la calle del Sol
Pero entonces yo no lo sabía. Fue hace mucho tiempo, cuando la calle se llamaba del Carmen en honor a la patrona de los marineros y pescadores. Era una calle estrecha y algo sombría, con casas antiguas de poca altura. Los bajos estaban ocupados por talleres, tiendas de comestibles y unos pocos bares.
Yo tuve una novia… La relación no duró mucho. Luego me fui a estudiar a otra ciudad y tardé más de veinte años en volver. La calle había cambiado. Ahora se llamaba de nuevo Calle del Sol, como la había bautizado en 1847 Chavarri, el arquitecto municipal. Había bares muy animados, galerías de arte, una librería… Hasta parecía más luminosa. A mi antigua novia no la volví a ver. Quizá nos cruzamos por la calle sin reconocernos. A pesar de lo sombrío de la vida siempre he buscado la luz. Aunque entonces yo no lo sabía, tuve una novia en la calle de Sol.
160.- Sin título
Ésta es la calle donde te perdí. Sucedió de a poco. Estaba cansada, me senté en la acera y cerré los ojos. No tenía ganas de verte flirtear, de ver rostros abotargados de alcohol y estupidez. Esperaba que así, cerrando los ojos, dejaría de oírte. Tus palabras me aburrían por vacías y repetidas. Lo que antes me gustaba de ellas era el sonido de tu voz… hasta que la utilizaste contra mí.
Simplemente, cerrando los ojos, todo acabó. Sólo quedó silencio, suave, dulce silencio que calmó mis sentidos. Abrí los ojos… ya no estabas. Supe que no regresarías más. Sentí alivio, no dolor.
Abandoné despacio la calle que nunca volvería a recorrer contigo.
Hoy he vuelto. De tu recuerdo no queda nada, apenas un gesto de desprecio que atravesó mi piel e hizo añicos mi amor.
La calle sigue igual, gris, sucia, melancólica como una canción triste de despedida.
159.- COSAS QUE HACEMOS SIN DARNOS CUENTA
Y ahora me tengo que concentrar y escribir un relato. En mala hora se les ocurrió a los de la Calle del Sol convocar un concurso. Y, en peor hora, abrir yo la boca. Pero que le vamos a hacer, una promesa es una promesa.
¿Mañana hará bueno? ¿Lloverá? Los pastores han dicho que las témporas han quedado de sur, pero cualquiera sabe. Ya no hay pastores como los de antes...
¡Que te concentres!. Así no lo vas a terminar nunca, por mucho “micro-relato” que sea.
¿Bajare hoy a tomar algo?. Ahora no me apetece, pero luego acabo bajando. ¡Como siempre!.
Pero bueno, es que eres incapaz de estar a lo que estas.
A ver si no vas a poder escribir ciento cincuenta palabras seguidas.
¿Uf! A ver...
Una, dos, tres, cuatro .........
Mejor lo dejo, no me concentro.
Mañana será otro día.
158.- Viaje
El ritmo de mis pasos rebota en las paredes; el eco vuelve sordo por la neblina. No veo a nadie (¿es el frío o la ciudad está muerta?), y estoy segura de que los insomnes me juzgan, intentan identificar al dueño de los pasos que oyen acercarse, imaginar su estado de ánimo, el porqué de su paseo nocturno y quizá el lugar al que se dirige.
He observado durante horas la bahía en calma desde el espigón de Puertochico; tengo las manos heladas y la humedad metida hasta los tuétanos,pero me siento viva. He renovado el recuerdo del olor del agua, podré soportar algo mejor la contaminación madrileña. Como de costumbre, no voy a poder dormir, volverá la pesadilla recurrente en la que pierdo el tren de madrugada. (Frente a la iglesia, me despido del brillo del agua al fondo de la cuesta).
157.- Momento
El agua se acumula rápidamente al final de la varilla del paraguas. Plof, la gota se va a estrellar contra el borde mismo del vaso, y las minúsculas perlas transparentes ametrallan la espuma antes de disolverse en la cerveza. También hay algo de agua en tu mirada, perdida aún en el líquido dorado.
-¿Ocurre algo?
Negación y sonrisa, pero el agua se acumula también y se desliza por la mejilla y el cuello, se convierte en mancha oscura sobre el algodón verde. Sí ocurre algo, la punzada que me has descrito a veces, la belleza que pasa ante ti en un instante, y de pronto te parece que todo lo valioso es así de efímero e imprevisible, y sabes que poder sentirlo es un regalo.
Otra gota.
Te siento más cerca. Ahora, también yo he visto el brillo de cada esfera de agua tensa, suspendida en el aire.
156.- Carta de un amante ingrato
Hoy mis ojos te descubren sin maquillaje.
Te miro como sólo los amantes viejos lo hacen, con devoción, olvidando lo surcos de tu piel.
Atardece y el sol te ilumina plateando, como si supiera lo nuestro.
Tú siempre me quisiste. Yo, con olvidos.
Para muchos eres Carmen, para mí del Sol.
155.- CHARLA DE BAR
-Otra vez me toco ser un maldito gintonic y de ginebra mala
- No te quejes tanto, hoy estuve en unas manos flácidas de uñas mal pintadas ,con labios ásperos, en una terrible tortura de pequeños
tragos; estoy deseando una ducha, adoro el lavaplatos.
- Si pero lo mejor es cuando esa preciosa rumana nos seca con el aterciopelado paño que guarda con tanto esmero.
- Eres un romántico
- Y nos deposita con suavidad en el perfumado estante de roble
- Bueno la compañía de las copas de vino no esta nada mal
- Tienes razón, recuerdas cuando nos dejaban cerca de las insoportables jarras de cerveza
- No me lo recuerdes
- ¡oye!, y ¿quién es ese?
- -No lo se es nuevo, creo que viene de china
- Prefería cuando venían de Brasil, por lo menos nos entendíamos
- ¡Cuidado!,¡silencio1, creo que ya vienen por nosotros.
154.- DÉDALO EN LA TERRAZA
Espero tiempo, mucho ,pero se la habían llevado. Se la habían llevado a la ciudad donde todas las puertas están cerradas, en el suelo, olvidado, un pendiente de cobre reluciente y junto a el un papel, una nota. La abrió tan despacio como su ansiedad le permitió, no quería que esa última oportunidad ese brote de esperanza se fuera con las prisas. -“El pendiente es un amuleto sujétalo con fuerza y bajo ningún concepto cuentes las sillas, Dédalo diseñó este laberinto y no permitirá que salgas impune, para mi ya es tarde...”.Sabía por experiencia que las circunstancias determinan un punto en donde al destino le gusta jugar. Miro el laberinto de madera y forja y recordó las palabras que ella le dijo en el café literario; “tu minotauro es tu orgullo”. Enterró en aquel lugar su orgullo para siempre saliendo así del laberinto, solo, añorando su aliento.
153.- POR LA CALLE QUE TU HOLLASTE ANTES QUE YO.
Había pasado muchas veces por la calle del sol, calle del Carmen, en el viejo barrio de las Bigarrias. En el 24 existe una placa no al uso, más humana, posiblemente dictada por alguien que quiso y amó a Carlos Salomón.
El poeta es uno de tantos que tuvo la desgracia de morir joven y no solo de intuir sino de saber que se moría, que partía mientras los demás se quedaban. El autor de “La sed”, se quedó con sed de vida, de tiempo, de noches y días, de amigos, de palabras ni siquiera dichas, mucho menos expresadas.
¡Cuántas dudas quedaron en su alma! unas metafísicas, algunas simplemente terrenales, incluso mundanas. Por la calle que tu hollaste antes que yo, pienso sobre mi sed, y me pregunto si después de ti, por el mismo camino, te acompañaré yo.
152.- Miedo
Ya basta! Dijo el niño al ver que las amenazas no cesaban.
No puedo atravesar la calle así!
Ese día la calle del Sol era un hervidero. Como cada año, las campanas replicaban, era la fiesta del Carmen y la gente acudía a su llamada.
El niño estaba asustado, era mediodía y la niebla era cada vez más densa.
Comenzó a cruzar pero pronto se volvió atrás.
¡Tengo miedo ! dijo. Nunca le había ocurrido nada igual, intentó darse ánimos pero algo en su interior le decía que no lo lograría.
Las amenazas volvieron, todos estaban pendientes de Él, así que tomó aliento, cogió la barra y volvió a caminar.
Por un momento pensó que podría lograrlo, solo restaban unos metros, el silencio se podía cortar. ¡¡Lo estaba consiguiendo!!
De pronto, su pie izquierdo resbaló sobre el cable de acero colocado para el espectáculo y un grito sordo inundó la calle...
151.- TRAS EL CRISTAL
Dicen que la vida es del color del cristal con que se mira. Dicen que la vida tiene malos tragos. Vale, de acuerdo. Pero aquí me tenéis : desnudo, transparente, inocente de tragedias, de traiciones, de decepciones... Confidente de alegrías, de secretos, de emociones... lleno de esperanza, vacío de amor. Humilde os muestro la verdad, la mentira, el color, vuestro color... Porque la vida tiene color, si: el color del cristal con que se mira.
150.- SUNSHINE STREET
Ya en la noche nunca se pone el sol. Esa estrella fugaz que cayo en plena calle se quedo por siempre entre nosotr@s. A su vera bailamos, a su calor vivimos... charlamos sin prisa y reímos sin pausa. Su misterio nos protege en la tormenta: tormenta de corazones rotos en otoño, tormenta de locos perfumes en primavera, tormenta de alegre siroco en verano, tormenta de merecido reposo en invierno. Aquí las esquinas hablan, las aceras respiran, la vida palpita... y los sentimientos que nacen en esta tu calle -tu CALLE DEL SOL- crecen, se reproducen y de vez en cuando... mueren.
149.- "Entre Sillas”
Silla-A:
-¡Bares, que lugares tan gratos para conversar!...
Últimamente la gente que se sienta aquí ,sólo saben levantar la voz y creo que eso...¡ no es conversar!
No existe el diálogo de antaño.
Silla-B:
-Ayer se sentó en mí un papá, que no paró de decirle a su peque todo lo que debía y no debía de hacer, ¡puff! , sólo le faltó darle clases
de cómo "debía" respirar(¡¡se acabó la espontaneidad de los actos reflejos!!).
Silla-C:
-yo...yo no tengo nada que decir:
Siempre a la sombra...
Nadie se sienta...
Ustedes al menos tienen bullicio, oyen algo.
El silencio me espanta, no me deja vivir.
Silla -D:
-Si volviera a nacer, ¡pediría ser silla!
¡Qué lindo estar rodeada!, ¡Qué hermoso quedarme sola!
Hoy salió el sol,¿lo vieron?
¡Qué orgullosa esta vida de silla!
Silla E:
-¿E-h?
Silla F:
-Sí, ya ya… ¡ya sabemos cómo ves la vida!
¿Y ustedes?
148.- "Suna del Sol"
Aquí estoy, soy Suna, la joven y alegre ratita que siempre brilla en la Calle del Sol.
Vivo aquí, porque mamá me dijo que este sería el sitio ideal para dar vida a mi progeneré.
“Los humanos nacen con un pan debajo del brazo”, mí descendencia pronto estará preparada para hacerlo con un enorme queso de bola, tan redondo como el sol luminoso que se pasea por esta calle.
Quedan pocos días para el evento y quería hacerles partícipes del gran acontecimiento. Aunque la verdad, nadie sabe que me escondo entre vidrios, cajas y prendas olvidadas de un conocido bar de por aquí.
Así que ...¡guardadme el secreto!
Pero....ay!,con tanta palabrería olvidé pediros un favor! :
Conozco vuestras costumbres, y cuando uno de el primer paso, todos le seguiréis, entonces…
¿Querríais adoptar una linda ratita de mi prole?
¡Brillamos en la oscuridad!
¡Pensadlo!
147.- La calle del Sol
Era un día de lluvia intenso, fuerte, arreciaba el frío, las botas no podían evacuar todo el agua que estaban soportando, iba mirando el suelo, como siempre, con su mano agarrando el abrigo y la otra como podía aguantaba la envestidas del viento gélido sobre su paraguas.
Su cara, fría y blanca, ocultaba su pensamiento, siempre meditabundo, día a día, desde mi balcón, observaba la misma imagen, él, su abrigo, su corbata, sus guantes, su manera de sortear los charcos, típica estampa de un invierno crudísimo, pero sin saber por qué todos los días me asomaba y buscaba su imagen, las cinco y media en punto, siempre la misma hora con la puntualidad británica, pasaba sorteando charcos, sabía exactamente dónde se formaban, el suelo siempre era igual, asimétrico, antiguo, único, zigzagueaba, saltaba, era un ejemplo del tiempo remoto, presente y pasado de ella, era su calle, la calle del Sol.
146.- Sin título
Hace unos cuantos años, residía con mis padres en la Calle del Sol. Era un adolescente tímido, vergonzoso, demasiado comparado con aquellas personas de mi generación.
Una tarde me dirigía hacia casa después de quedar un rato con la pandilla de clase. Recuerdo que justo al llegar a mi portal, vi a una chica cruzar la calle. Desde aquel primer momento, me cautivó. A pesar de que era tan introvertido, me propuse conocerla. Y lo conseguí. Después, hacía lo imposible por encontrármela por “casualidad” y hablar con ella. Fuimos cogiendo confianza, hasta que una noche frente a su portal, me besó.
Y, ¿qué más puedo contaros? Pues, que mi historia terminó bien, que ahora a mis ochenta y seis años de edad sigo compartiendo mi vida con la misma persona que aquella tarde robó mi corazón.
145.- Sin título
Hoy, la he vuelto a ver. Después de casi dos décadas, me he cruzado con ella en la Calle del Sol. Ha crecido y tiene un niño, de un año y medio, diría yo.Parece mentira, cómo pueden cambiar las cosas por una simple discusión.En el momento en el que pasabas frente a mí, no sé lo que sentí; no sé explicarlo. Sólo puedo decir, que miles de pensamientos e imágenes inundaron mi mente. Me llené de tristeza y alegría, a la vez.
No recuerdo con exactitud que fue lo que pasó, solamente sé, a ciencia cierta, que te quiero, que nunca me he olvidado de ti, que eres mi hija y que me gustaría volver a formar parte de tu vida. Me encantaría conocer a mi nieto y malcriarle, como siempre bromeábamos cuando, tan sólo, eras una niña. Ojalá, algún día, deje de mandar esta cabezonería.
144.- Historia de Pirata
Nunca pudiste ocultar que naciste en las puntas del viento, unos metros más atrás de donde el cielo se mezcla con el mar. Al menos asi es como siempre te quise ver.
A veces caías en la espuma y no volvías nunca. Tu cuerpo era esclavo del mar, y tu amabas a quien te esclavizaba. Lo adorabas por su belleza, por su carácter, porque por fin encontrabas algo más efímero que tú.
Empezaba a llover, y a ti no te bastaba con dar la vuelta al mundo, ni a mi con verte sonreir. Me bastaban tus historias de piratas. Te bastaba alguien que las escuchara y que desgastara días en ver que no eran historias de piratas.
Al menos sé que algún día llegarás al horizonte.
143.- Clave de Sol
El violinista abandonó el teatro. Zigzagueó entre calles que le recordaban su Bucarest natal. Estacionó el auto entre dos edificios y al salir, observó cómo una pequeña araña tejía su red junto al retrovisor.
Necesitaba un trago y no tardó en reposar la funda de su violín en un bar de luz difusa. A medida que el vodka se diluía, su mirada saboreaba viejas fotos de cantautores, bailarinas... Tras el cuarto vaso sus nudillos aún marcaban un compás estéril: demasiado tiempo sin escribir una nota.
Salió dando tumbos y se refugió en el asiento delantero. El sol del amanecer quebró su letargo. Al cerrar la ventanilla, tropezó con el mástil del violín; la funda estaba abierta y las clavijas se prolongaban hacia el retrovisor. Sobre las cuerdas, una telaraña dibujaba el pentagrama perfecto para una nueva sonata. Así teje a veces la vida sus impulsos: en clave de sol mayor.
142.- VACÍO
Mariano, convertido en una estatua entre la maraña de sillas y mesas vacías, miraba la puerta cerrada del único bar del pueblo.
—¡Mariano! —oyó a su espalda.
Era Andrés. Le estrechó la mano, trató de sonreír. No lo logró.
—Mariano —dijo Andrés—, no te había visto antes, perdona. Siento lo de Manuela.
—Ya abren —dijo Mariano, señalando la puerta entreabierta—. Quiero desayunar.
Andrés asintió, bajó la mirada, se marchó. Mariano entró en el bar. No quería volver a casa. Allí, como en la calle, sólo encontraría sillas vacías, mesas vacías; una cama vacía.
—¿Lo de siempre?
Mariano pensó que no quería lo de siempre. Hacía frío, mucho frío, y no se quitaría el frío que anidaba en su interior con un café con leche.
—Mejor un aguardiente —dijo.
Desde que había conocido a Manuela, nunca había bebido.
Ahora que la había perdido, no podría dejar de hacerlo.
141.- Gauchos light
La imponente figura del gaucho casi llenó la puerta del boliche. Al ver a Paredes bebiendo en el mostrador, bramó:
—¿Usté anda diciendo que anoche nos estuvimos besando en la plaza?
Sorprendido, el aludido balbució:
—¿Yo, Muraña? ¿Cómo puede...? ¡Jamás haría eso...! ¡Jamás!
—Entonces, nos han visto —murmuró abatido Muraña, acercándose.
—Bueno, compadre, desde el principio sabíamos que eso podía pasar. Vamos, tómese un trago; tranquilícese.
—¿Qué haremos? ¿Adónde iremos a parar?
—Dicen que lo de Mendiguren se pone bueno a esta hora.
El recio rostro de Muraña se desencajó, y negó, casi sollozando:
—¡No!: ¡con tanta habladuría, tanta incomprensión...!
—Sosiéguese, nos observan, no la complique —Paredes bajó la voz—. Mire, hay un fotógrafo, disimulemos.
—¿Dónde...?—Muraña giró el rostro hacia el salón— ¡Ah!, ¿qué cuenta, amigazo? ¡Sáquenos una foto brindando con este paisano!
Los gauchos miraron el objetivo y dijeron al unísono:
—¡Felices fiestas para todos!
140.- Sin título
María, menuda pero fuerte, india, echó a volar por primera vez a los quince cual joven e impetuoso cóndor, como desde protuberancia del Sol, para aspirar el amor del aire andino, con toda la risa de su cuerpo, su raza, su cultura, derrochándola gustosa. Remontando orfandades de afecto y grano. Mas su avidez de felicidad restole, del ave que se sentía, la visión aguda delobjetivo del vuelo. Tampoco acertó al elegir con qué emprenderlo y abrió sus piernas cual alas. Sólo algo equiparó su acto al de la rapaz: la intensidad del vertiginoso descenso.
Trece veces más voló así, quedando sola con los frutos de esos vuelos. Frutos multiplicados, emuladores. Penas para otro vuelo, distinto, a otro norte, cantábrico. Hoy emprende el último, desde villa Irene, calle Sol. Tiene la visión aguda, la sexagenaria, aun hipermétrica, cansada. Ahora sabe, tiene plata, vuelve. Ya tiene bisnietas cóndor de quince. Quizás…
139.- TRES COPAS
La cita es en un bar de la calle del Sol.
Yo tengo su e-mail, su nombre ficticio y una foto de su torso desnudo.
Él mira a su mujer nervioso y excitado, quizás porque jamás sabrá
que ya nos conocemos y ella está más hermosa que nunca.
Las tres copas ya están vacías.
138.- TODOS LOS SEPTIEMBRES
Todas las mesas estaban vacías, pero él se dirigió a la de siempre aunque le diera el sol. Había llegado cinco minutos antes como todos los 6 de Septiembre, y cada minuto le pesaba más que todo el año de espera. Puntualmente, ella llegó. Y se sentó enfrente de él. Inquieta, se quitó los oscuros lentes y su cielo duplicado eclipsó para él al cielo de todos. Cuando se hizo presente el mozo, ella le pidió un café; pero no lo bebió. Tras media hora inabarcable, ella se quitó la flor que engalanaba sus cabellos y la deshojó. Al llegar al último pétalo sonrió y lo besó. Luego, se marchó como si su sombra le marcara el camino. Él, otra vez solo, aferró con sus etéreos dedos la única solidez que le era permitida y sus labios leyeron en el beso que la cita para el próximo Septiembre estaba concertada.
137.- LA CALLE DEL SOL.
No nací, ni crecí, una noche pasé por allí.
No recuerdo como era en mi niñez, no se si la recordaré cuando las canas cubran mi cabello. Ahora si recuerdo.El sabor del vino tinto con palomitas de pimienta, los rezos al amanecer en pleno mes de julio, las noches largas en sus bares, tardes de música protesta junto al piano.
Una calle escondida, ni grande ni pequeña, colmada de gente, vacía. Con sus bares, su gente, su carnicería.Las campanas Del Carmen dan vida al día a día, a mi delirio alcoholizado junto a los ladrones de besos robados.
Una calle más yo diría, si no fuera porque en ella encontré la luz que hoy me guía.
136.- Charlando bajo la lluvia
…el canto de los pájaros es una mentira que han sostenido los poetas, los historiadores o no sé quién; los pájaros gimen, aúllan o simplemente se entienden piando, pero lejos están del canto. En cambio el canto de los lobos en la noche, cuando entonan Only You, negro spirituals; o cuando parecen cantar sus arias a coro, eso sí que es música. Nada tienen que ver con esos inventos de cuentistas, fabulistas o no sé quién, de que se comen a nietas o abuelas…
Pidamos otra cerveza, que a esta le ha caído la lluvia encima y no me gusta rebajada…
135.- BRINDIS
Las botas de la foto, perfectamente limpias. Esa vieja taberna. Dos hombres de la Pampa. Un ciento de botellas, ordenadas, juntas. Los pamperos sostienen dos vasos en el aire. Sus manos trabajadas. Sus rostros campesinos delatan dureza. La vista no engaña, primero están los vasos, detrás las botellas. Botellas, vasos para brindar. ¿Brindis? Brindar?
Ya griegos y romanos hablaron de los brindis. Ofrecer la bebida, saludar, compartir. Eran malos momentos, existía el veneno y ganas de envenenar. Así se aseguraba que la bebida ofrecida no estaba envenenada. Otras historias cuentan que se chocan las copas para despertar a
Baco. También es la manera de invitar a un sentido más, el oído. En la fotografía los hombres de la Pampa chocaron ya sus vasos, o ¿aún no. Son como sus vinos nacidos de la tierra. Al final, escuchamos chin chin, el choque del cristal.
134.- LA DEUDA
Estaba desembarcando y dispuesto a encaminarme por la barriada antaño habitada por pescadores, cuando me llegó la noticia, e inmediatamente pensé: “estaremos juntos”
“El” solo pedía vernos juntos, no nos enseño a ceder para ponernos de acuerdo, nos enseño a ser libres como la goleta en la que acababa de navegar ante el viento, libres en las necesidades y decisiones, en la dualidad; libres de ir, de no ir; de comprometerse ó de no comprometerse; de acordar ó no acordar el momento y la querencia de estar juntos.
Sabía que el compromiso no llegaría nunca, sentía cinco cuerpos, cinco vidas, cinco criterios, cinco seres libres que no aceptaron nunca su deseo. Al fin y al cabo “EL” solo quería vernos juntos y libres.
Solo la experiencia, como un faro en el mar, saldaría nuestra deuda; y nos haría entender que una mano tiene más fuerza y habilidad que cinco dedos libres.
Ahora no nos quedaría otro remedio, estaremos allí, juntos, en su entierro saldando la deuda.
133.- POBRE DIABLO
Era una tarde típica de invierno, un martes como otro cualquiera.Oí abrir la puerta. Seguí un rato con la faena y levanté la cabeza.
Sentado en la silla de la barra, empapado por el agua, estaba un chico joven de constitución fuerte y tez oscura (¡negroooooo!).
Entonces decidí adivinar y no preguntar…y me fui a poner en la cafetera un café con carácter.
Volví donde estaba el joven para servirle, cuando vi que su mirada estaba fija en un cuadro de la pared. Era una fotografía sobre una fachada de la calle donde se encuentra el bar. Me gusta porque dominan los colores fuertes; a mi, los naranjas me recordaban los amaneceres del desierto que conocí cuando era más joven…
Al volverme, una taza vacía era todo lo que me acompañaba.... ¡y un pensamiento me acompañó toda aquella tarde!: pobre diablo… ¡seguro que viene de allí!
132.- ROTA Y RASGADA.
Hoy es mi segundo día de trabajo y... ¡no tiene nada de bonito como había oído por ahí!
Me he mojado dos veces; me siento frágil y empapada. Además, tengo que dar malas noticias en mi destino: Calle Sol, número 12.
No se leer y alguien me dirá que son solo palabras, pero... ¡se lo que llevo en mi escrito! y ¡no es algo bueno!
“Querida Anna, hoy es el día en que, por primera vez, no tengo valor para decirte algo mirando esos ojos…
He visto el infinito y el fin.
No te quiero, no te quise y nunca te he querido".
¡Acabaré rota y rasgada!
¡Ojalá supiera leer y escribir y cambiar palabras tan duras!...; porque aunque, joven e inmadura, algo de lo poco que he aprendido en mi corta vida es que, muchas veces, las cosas más importantes están en las lágrimas.
131.- Se cierra el telón
Se cierra el telón, acabó mi función. Me encuentro delante del público, las luces no me dejan ver más allá de mis propias manos.
-¿Qué pasa? -Me pregunto esperando el cálido abrazo que me puede ofrecer el rumor de la gente. No se oye nada.
El foco me deslumbra en el escenario. En mi pequeño círculo de luz pienso que el monólogo se lo conté a una pared.
De repente me siento solo.
Los reflejos, las luces, los colores que se superponían unos a otros en mi mente desaparecieron.
¿Cuántas veces tuve conversaciones con presencias ficticias?. Palabras anhelando tener un diálogo me martilleaban la cabeza una y otra vez.
No puedo reír ante esta respuesta ausente.
-Disculpe señor, tenemos que cerrar. –despierto.
Apuré el último trago y dejé el vaso sobre la mesa, quizás más adelante encuentre a las personas que poblaron mis borracheras, tengo que recorrer la calle, el día, me espera.

lunes, 17 de noviembre de 2008

130.- LOS AÑOS PERDIDOS
La tapa del ataúd se cerró dejándome prisionero, mi garganta soltó un grito sordo en aquel recipiente mortuorio y caí en un abismo hacia la nada.
Despertaba, dando una cabezada, sentado en las escaleras de aquella Iglesia Carmelita, viendo mis manos... arrugadas, una de ellas sujetando un bastón. ¡Soy anciano!, ¿cómo habían pasado los años sin enterarme?
Una joven aparece con un vestido etéreo, la sigo con grandes esfuerzos. Se trata de mi amada Irene. ¿Cómo se mantiene tan joven si yo apenas puedo sostenerme en pie? Desaparece en el callejón que lleva a la Villa de su nombre.
Me invadió un sentido de culpa por no haber aprovechado mejor mi vida, por no haberla dicho más a menudo que la quería.
El sonido de un timbre me despierta, afortunadamente es Irene que me espera en la calle, yo soy joven y todo ha sido un sueño.
129.- PISADA DE PERRO
En mi apresurado andar, fijo la mirada en el letrero “Calle del Sol”, pegado en la fachada del edificio. Sugerente nombre que me hace sentir ahora en el cogote el agradable calorcillo que nos proporciona el astro rey.
Ensimismado, como estaba, en mis pensamientos, evocaba los gratos momentos que allí pasé antaño: los bares de copas, los amigos en torno a unas buenas cervezas, los bailes de salón con sus sensuales movimientos y la firmeza con la que sujetaba a mi pareja, la... ¡MIERDA!..., sí, sí... la mierda que acabo de pisar, deslizándome sobre ella como un chiquillo en su patinete, guardando el equilibrio para no caer de morros, con indignas piruetas las cuales podían haberme puntuado los viandantes que sonreían socarronamente al presenciar mi exhibición propia de una demostración olímpica.
¡Cómo me gustaría decir a los cagones hijos de perra: eduquen mejor a sus amos!
128.- CONVERSACIÓN INVISIBLE
Thérèse depositó la cerveza de media tarde sobre la mesa. Observándola medio vacía, afirmó: “Tienes razón. Toda la razón del mundo. Todos cambiamos. Tú eres un vivo ejemplo. ¡Perdona! No quería ofenderte. ¡Pero es la realidad! Por lo que a mi respecta, sabes perfectamente que vivo mis cambios intentando evitar cualquier trauma. De forma natural. Desde cuándo no oías que el yo no existe porque se rehace a si mismo.
Ya hace unos meses, eh. Tres y una semana para ser exactos. Querido, deben pensar que estoy loca. Mírame, aquí sentada bajo la lluvia en esta terraza abierta… Con mi paraguas y dos cervezas. ¡No me mires así! Ya sé que siempre nos gustó hacer cosas insólitas… ¡Pero las hacíamos juntos! Marcel, no quiero que sigas a mi lado. Tenemos que asumirlo. ¡Moriste en mayo!”
127.- EL DÍA DEL PRESENTE
Aquellas cervezas translucidas me recordaron a los chicos saltando a atrapar la luz sobre la cama de Pol. En un principio, mis sobrinos no vieron al dinosaurio. Éste me seguía a una cierta distancia, como el paquete de tabaco a parecía seguir a la botella. Inquieto, buscándome con su mirada desconcertada. Deteniéndose en el umbral de la habitación, dudó antes de dar el pasito definitivo. “No debes preocuparte, señor Morrudo -le animé desde mis adentros-. ¡Vamos! Estos pequeñines sabrán cuidarte.” Los otros regalos también llegaron en nuestros días 31. Los ositos, el centauro, el soldado intergaláctico… De todos los abriles, junios, septiembres y noviembres de estos últimos años.
Así lo acordamos con Pol en una de nuestras charlas de todas las noches. Semanas antes de que el cáncer se nos llevara su carita sonriente.
No podría existir una fecha más acertada para mis regalos imaginarios.
126.- EL POSO DE MI ACCIÓN
Acabé la copa y decidí que tenía que ser mía. Sin más miramientos, sin pensar en las consecuencias. Qué tonto fui. Con el tiempo, y la suficiente distancia, te das cuenta de los errores que se suelen cometer cuando eres joven.
La experiencia es un grado muy importante en los avatares de la vida, y si no, que me lo digan a mi. Cientos de veces he rememorado esa noche. El poso de la copa todavía está en mi interior. Lo saboreo cada vez que tengo esa sensación. Me ayuda a autoflagelarme y a pensar con claridad. El mar, ese sonido que me ayuda a dormir. En la inmensidad del océano lloro mis penas e intento retroceder.
125.- CUENTO
Érase una vez un grupo de jóvenes que por azar acabaron sumergidos en unas aguas que cambiarían su vida para siempre.
Cuando entraron en este nuevo mundo se sorprendieron bastante; el ambiente era lóbrego, la música sosegada, tras la barra un anciano servía pócimas con unos hierbajos rarísimos pero preparados con una sutileza tal que estremecía. Se aproximaron a la barra, algunos se lanzaron a
probar los brebajes.
Se sentaron en una mesa semejante a aquellas que el Rey Arturo compartía con sus caballeros más honestos; se sentían tan a gusto que pensaban si aquel veterano les hubiera embrujado.
Nada fue indiferente, se veían como hace años cuando eran niños.
Las paradas eran necesarias…..por fín, habían encontrado “la sal de la vida” .
Perault, Collodi,….. me han enseñado la importancia de la moraleja :
“Sólo las personas son capaces de mover el mundo”.
Concluyendo amigos:
“Cruzaréis con nosotros el Rubicón”
124.- REPÚBLICA “RUBICONIANA”
Cuando llegaba la tarde y se desvanecía la luz, me refugiaba en el caluroso precipicio que recogía entre mis manos, como cada noche de aquel verano azul lluvioso del norte.
Esos momentos estivales en los que divagábamos sobre la revolución idealizada, adherida como chapa a la solapa; en pro de muchas, la soviética, la nicaragüense...; y sin remedio en -“pro de la protozoo”, comentaba jocosamente por la tardanza en que se venía la luna y el camarero nos recordaba -“pronto que hay que irse”.
Y en los rincones reservados para acicalar los confusos mecanismos (al menos las ideas al Sol) perdimos el juicio y casi la rebelión, - “porque las reflexiones de bar se producen para alentar el animo...” relataba Pedro, mientras de fondo golpeaban los últimos acordes de Brassens que acompañaba la tertulia canicular y terminamos sollozando esperando la última, por ser jueves que la noche era larga y cubana.
123.- Sin título
Mojado, subiendo la cuesta que se dirige a la calle Sol noto como la lluvia se cuela por dentro de mi abrigo, recorre mi espalda y se pierde después en ella. El viento se ceba en mis manos golpeándolas suave, ininterrumpidamente. Mientras, miro al suelo, siguiendo mis pasos sobrela calle húmeda. Todo está OSCURO. Noto que me comienza a faltar el aliento. Al doblar la esquina mis pies, esta vez alegres, se encaminan hacia LA PUERTA VERDE con una pequeña y ya familiar bandera de la República. Franqueo el umbral. Inmediatamente me sorprende un agradable espacio de jazz, de humo, de tranquila y otras veces animada charla.
Bajo una cálida luz, el ambiente AMARILLO invita a sentarse. Es el Rubicón, ese lugar que sabe a palomitas, a sal y a pimienta. Que sabe a mojito y a buenos amigos. Ese bar de noches engañosamente tranquilas de domingos, martes, jueves…
122.- La sorpresa
Era nuestra calle. Incluso ahora, con una vida lejos y volviendo a casa sólo de vez en cuando, era cita ineludible.
Allí había tomado mis primeras copas y vivido mi adolescencia; mi amiga Ana conoció a su primer amor en esa calle, mientras que Ángel seguía pasándose los fines de semana. Así que no fue extraño que aquel puente hiciera una visita; era ya costumbre.
Ana se había quedado en Santander, por lo que me dejé guiar cuando sugirió aquel bar de ambiente al final de la calle. Ahora conozco el porqué de aquella sonrisa. Ella lo sabía, claro que lo sabía. Por eso no se sorprendió cuando al entrar vimos a Ángel en la barra muy bien acompañado; por eso se rió tanto al ver mi cara.
121.- El secreto*
Pactaron una tregua, fundaron una alianza, tramaron una guerra. En ese orden, copa de vino tras copa de vino, apenas entendiéndose con la mirada.
Lo único que estaba claro era que guardarían el secreto. En cambio, el motivo que impulsaba tan austera sociedad permanecía en lo oscuro de la noche.
No se volvió a saber de ellos; pero la calle del Sol, cada vez que amanecía, proyectaba sus sombras en dirección al poniente y hasta el infinito.
120.- TRANSPARENCIAS
–Ver una trasparencia a través de otra transparencia no me hace ninguna gracia…
–No sé a qué te refieres…
¬–Pero, basta que me veas desde ahí por entre los vasos, o ¿no?
–Son paparruchadas, te veo igual, sólo que un poco opaco y lejano, ¿es eso?
–Bueno, tu siempre me ves opaco y lejano, así sea con o sin vasos, ¡joder!
–¿No tienes un poco de humor?
–Bueno, sí, a veces, pero ahora que te veo, parece que llevarás un sombrerillo tapándote las orejas, o ¿me equivoco?
–No sólo te equivocas, sino que el que lleva el sombrero eres tú, pero no te lo saques, se te ve bien…
¬–¡Bah! Siempre con lo mismo, te sientas aquí y me molestas con cualquier tontería.
–Hoy es diferente, no te mueves desde ayer. No te despegué el ojo. Te la pasaste con los rollos de siempre. Oí toda la cantaleta de siempre, eso del número de lotería que perdiste, y…
¡Bah! Espejos, quien os comprende
119.- MESA PARA TRES
Es temprano. Aún no hay nadie en la terraza. Las mesas y las sillas están perfectamente dispuestas, como las piezas de un tablero de ajedrez antes del primer movimiento.
Una pareja llega y se sienta. Se miran nerviosos, como si acabaran de conocerse. Puede que así sea. Él saca un cigarrillo, lo enciende. Utiliza un encendedor de plata, con dos iniciales grabadas. No son las suyas, pero nadie tiene por qué saberlo. En realidad, lo había encontrado allí mismo dos meses atrás, junto a la pata de una mesa próxima. Debería haberlo entregado en la barra, pero no lo hizo. Unos pierden cosas, otros las encuentran. C’est la vie. Sólo su dueño podría reconocerlo.
Su dueño, o la chica que se lo regaló. La misma chica que ahora lo contempla absorta,preguntándose si no estará a punto de cometer de nuevo el mismo error.
118.- TRES VASOS
tres vasos vacíos, y uno lleno
Sol de palabras los
Sol los
Sol “cuando los
Sol la miro los
Sol sólo los
Sol te veo los
Sol a ti” los
Sol los
117.- NERVIOS
Caminaba nervioso por la avenida, dejando el viejo puerto a mi izquierda. Una calle más. Otro semáforo. Mis uñas. Otra calle. Subo. Giro a la izquierda cerrando los ojos y me quedo inmóvil. Seguramente no habrá venido. No. Quizá si. Al final abro los ojos y allí está ella.
Camina hacia mí sonriente, tal como la recordaba, y siento que el tiempo retrocede. Entonces se me hace el mismo nudo en la garganta y mis nervios de desbocan. Intento disimularlo, pero sé que se ha dado cuenta. Lo sé. Sigo siendo el mismo. Sigue siendo la misma. Seguimos siendo los mismos.
El sol se cuela por aquella vieja calle en un lento atardecer mientras da paso a la noche. Y entonces, simplemente… sucede. Y aquel adolescente perdido en las escaleras del instituto, con un nudo en la garganta y los nervios en el estómago me mira sonriente desde 1999.
116.- LEJOS
Hace años que vivo lejos de casa. No veo otro mar que el de los tejados rojos perdiéndose en el infinito, ni otra tierra que aquella amarillenta y yerma, que contagia las calles inhóspitas de las casas de la vieja ciudad impregnándolas de ese aire seco y duro.
De vez en cuando vuelvo y me pierdo en el viejo puerto, sentado en el borde del embarcadero, soñando que me dejo caer a las oscuras aguas de la noche sin atreverme. Mirando sin tener que ver nada. Me pierdo entre las calles del centro por donde regreso a casa pisando mis pasos de niño, dejándome llevar por ellos con esa serenidad que sólo conceden los años.
Y cuando termino de subir por aquella leve cuesta, puedo tocarme la frente y sentir el sudor en ella, y el frío en mis brazos levemente húmedos. Y ya sólo puedo pensar en cuándo volveré.
115.- Una Calle, cientocincuenta palabras: tú.
Salímos a San Simón, ¿y ahora qué?, decían nuestros brazos cansados, en alto; dibujando un compás cuyo vértice dejaba enfrente una callemedio vacía, con un par de almas desperdigadas que vagaban de un lado a otro. Moví los brazos a la izquierda pero muertos me pidieron caer.
En lo alto, mientras hacía ese movimiento, me fijé. En lo alto, en la esquina de Vicente. “Calle del Sol”.
Yo Adivinaba el sol al fondo, en el camino para casa. Era pronto para trabajar y tarde para estar sin dormir. Pero nunca es tarde, y siempre es pronto. Esa autopista hacia el infierno, esa coca-cola que pierde gas, noche que así no quiere acabar, que no quiere volver sin esa sombra de la luz que busco en la cara que vendrá. Mis piernas indignadas vagabundearán por esas calles sin encontrarte. ¿Por qué no estabas allí? Mi sombra, mi luz. En el Sol.
114.- La última vez, que pisé el Sol
Aún no me he recuperado y creo que nunca lo haré. No es una cuestión de tiempo, el tiempo allí arde con tanta rapidez o tanta lentitud, como lo hace en cualquier otro lugar y eso allí, como sucede aquí, no sirve de mucho. Tampoco tiene que ver con el espacio, lo construido allí no existe, no tengo ningún recuerdo de formas, ni de fondo, todo lo que recuerdo es una masa en perpetua creación y destrucción y esa es la visión, que conservo de cada uno de los lugares, que me han acogido, sin por ello cambiarme lo más mínimo. Lo que realmente me duele, lo que hace que me encoja, como un animal asustado, ante un peligro inminente, es la idea de no volver, es la melancólica espera de la nada, es la ausencia del calor, que un día me acarició, la última vez, que pisé el Sol.
113.- "LA SOCIEDAD ES LA CULPABLE"
Es la hora,los bares ya cerraron.
Vestido de negro salgo de casa,dispuesto a lo de todas las noches.
Mezclándome con las sombras,avanzo de esquina en esquina;
debo ser rápido,sigiloso,infalible y no cometer ningún fallo.
La calle parece desierta,y la polución oculta una luna que
desespera por descubrirme a los ojos de cualquier persona.
De pronto,diviso una al lado de un portal;me deslizo pegado a la
pared;la respiración se acelera,el corazón se dispara;
es el momento.Con agilidad felina,me avalanzo sobre ella...
...Ha sido fácil.
En esa misma calle caen otras dos,y una más en la calle
paralela.Vuelvo a casa satisfecho,nada menos que cuatro,
y seguro que mañana me supero.
Sé que no debería hacerlo;
pero no puedo evitarlo.
No es culpa mía;
es culpa de la sociedad.
Las pinzas están muy caras hoy en día.
112.- Sin título
Los vasos brillantes parecían esa puerta abierta que no se consigue franquear.
en los bares se está tan cerca ,los ojos en ese umbral, vuelan por encima de palabras y corrillos, acortando distancias.
Nos bebimos la euforia del encuentro, cuando solo quedó el limón adormilado en el vaso vacío, volviste a mirarme, sonreí. Pensé como sería el sol en tu duna.
Me invitaste a tu casa; necesito un poco más de cuento, te dije, hacer una tibia cama en mi cabeza. Para ti no era prisa sino urgencia.
Te posaste en mi pecho de verano.
-¿que tienes para mí?
-migajas de tiempo
-tengo mucho tiempo, me parecerá poco.
-solo quiero una pausa contigo, entre tanto ruido.
-no eres un lugar donde se pueda amar, tendría que irme. me moriré.
Me pediste un día entero, cuerpo a cuerpo.
Llenamos de nuevo los vasos. no escapamos. En silencio pensamos en el gozo.
111.- De arduas horas nos llenamos y en el bar nos deleitamos
Es de mañana ya temprano cuando hombre poco santo su jornada comienza pues se es santo al acostarse y no al levantarse, apresurado esta, pues compromiso irremediable tiene, a una pareja ha de casar, con poco acierto se viste pues ni con el sombrero llega a dar, cual ave fenix ardiendo o angel descarriado a la sacristia consigue entrar antes de que las nunpcias comiencen sin sacerdote que bendiga tan gran sacrificio. Ya se puede dar la salida a la bendita pareja aun siendo bendecidos con tardanzas pues no se es nunca tarde para dar buenas nunpcias.
La celebracion transcurre sin incidencias y el hombre santo regresa a su casa pero antes en taberna bien aventurada decide entrar y de ambrosia o aguamiel dulce un trago ha de hechar pues dia duro ha sido este y con un parroquiano decide celebrar fin venturoso de jornada laboral.
110.- KARMENGATEN
Descendió del bus 5 en Menéndez Pelayo, y creí descubrir a un gemelo: intelectual, barbita, timidez y ropa barata.
Frente a mi Carmen 42, a medio camino entre Mary Poppins y los raqueros, le dije a mi semejante: “viví aquí”.
“Lo sé. Yo también. Soy quien copiaba tus pupilas cuando te afeitabas, tocho, náufrago barbón. Soy tú”.
“Imposible”.
“Lo sabes. Alguna vez me intuyes, como una sombra o un brillo sobre cristales... ¡Idiota!”.
“Pero...”.
“Dejaste de soñar, y ahora tengo que sacudirte, gordo cuarentón, derrochador, cobarde, para que recuperes la fantasía”.
Me rendí. Él era como yo debí haber sido.
Fuimos a beber. Había bombonas en los balcones, luces municipales enamoradas del misterio, persianas históricas, una bandera republicana,
carteles... y un maullar de sabios gatos ignorándome.
Le hablé de mí (de nosotros), buscando sorprenderle.
Sonaron las campanas de los carmelitas. Y mi reloj, falso como autobiografía de recién nacido, asintió.
109.- LA CITA
El tequila raspará mi garganta con su filo etílico. Cuando salga del bar Rubicón ya iré un poco embriagado. Caminaré por la calle del Sol como una fiera excitada. Iré perfumado, el cabello recién cortado. Llevaré un traje negro, impoluto y nuevo. Lustraré mis zapatos para que brillen negros y espejados. Esperaré con nerviosa excitación la hora señalada. La cita será en mi salón y todo estará preparado. La chimenea, encendida, los leños ardiendo, las llamas danzando como una voluptuosa bailarina.
El revólver abrasará mi mano como un corazón de fuego.
La bala penetrará, implacable, horadando mi cerebro y saldrá teñida de rojo. No veré como una gota de sangre cae panzuda sobre mi traje dejando un rastro bermellón. Ni como una mosca gorda y grisácea se posa sobre mi ojo yerto.
El aroma del mar se colará con una ráfaga de viento, como un intruso.
108.- TRAS EL CRISTAL
Te veo deformada tras el grueso cristal. Quizá sólo sea así como pueda verte, lejana y cercana al mismo tiempo, pero siempre irreal.
Sé que no podría mirarte a los ojos y perderme en su oscuro túnel como tantas veces soñé. Sé que es mejor así, que sólo soy valiente cuando tu cara ofrece muecas grotescas tras el grueso vidrio, entre el limón antes terso y unos hielos ya deshechos que luchan por ocultarte.
Es entonces cuando abro los ojos y te observo, mientras el alcohol resbala por mi garganta deseando ser veneno, porque al abrir los ojos te veo hablar, te siento reír, pero estás lejos, no es a mí a quien miras. Para mis ojos sólo queda tu carmín en el vaso, ardiendo vivo sin ningún reparo mientras tú abandonas mi imagen, a lo lejos, sin regalarme tan solo un mísero segundo de tu olor.
107.- CUESTA ARRIBA
Salga el sol por donde salga, caliente o no caliente embistiendo el aire con su fuego, resbale la lluvia o golpee mi cara con fuerza, cuando aún queda lejos la parte recta, yo me paro en mi bonita cuesta.
Paseo mi enorme puñado de años cuesta arriba, deseando encontrar a alguien para que se produzca el simpático momento en el que uno es mucho más alto que el otro (curiosidades de mi calle en cuesta), dejándome guiar por los olores y analizando con mi vista ya cansada unas paredes cómplices, unos ojos discretos que tantos momentos vivieron, unos muros valientes que dejan que la lluvia arrastre lo que no quieren, unos ojos para los que yo, con mi amable madurez, meneo mi falda al compás de mi cadera, sabiendo que una vez más me observan, ¿se lo contará en las noches solitarias a la inmutable Sardinera?
106.- Tú, tu calle.
Esta vez no me voy a permitir mentir diciendo que si estaba allí no era para encontrarte. Había pasado horas por los alrededores, esperando a que llegara el momento en el que aparecieras doblando alguna esquina y burlando a las aceras, con cara de que el frío te rasgaba la garganta y te hacía los ojos de cristal. Con manchas de lluvia bajo cada una de las pisadas, mezcladas con la desesperación de no saber qué, ni dónde; y menos aun para qué. De cualquier forma a ti ya no te rozaba el Sol, y yo llevaba horas esperando verte amanecer .
Rana
105.- SOL Y SOMBRA
… Sólo el sol abre la calle en la hora que gira al revés su cara de luna
El mirador no se ocupa en ningún reflejo Quizá su luz se consume dentro
Sólo el sol alumbra esferas marinas Faro sonámbulo que espanta naufragios
No lo busques en sus horas Camina en compases de sombras en ruido de olas
Quizá sea luna demasiado intensa por la calle del sol…
Cuando despierte estaré aquí desnuda dormida
104.- LEONOR
Llegar a la calle Del Sol siempre le producía un alivio. La cuesta desde el Paseo Pereda podía con él. Aquel día, mientras controlaba la respiración, algo llamó su atención. Cogió la foto arrugada del suelo y al desdoblarla algo se rompió en su interior. Era él con cuarenta años menos. La dio la vuelta y leyó: ”Para ti Leonor, mi amor, con todo mi cariño, de tu Olegario.”
En casa, en la soledad de su viudez, sentado en el estrecho mirador, revolviendo fotos antiguas la vio. Leonor, su primer amor…
Ahora que pensaba, él había visto esos ojos chispeantes y risueños últimamente. En el ascensor, en las reuniones de la comunidad…
Y ahora se explicaba por qué su vecina Leonor le negó el saludo esa misma mañana. Cuatro años de espera eran demasiados…Aquel tren lo había perdido. O no. Quizá ese tren viniera con retraso.
103.- Partida truncada
Siempre era el primero. Bajaba por la calle Francisco Palazuelos, giraba a la derecha y llegaba al bar de la esquina de la calle Del Sol, pedía un café, un farias y se sentaba siempre en el mismo rincón y en la misma mesa. A los cinco minutos llegaban los demás. Jugaban la partida al tute. No solía levantar la voz aunque alguna vez se cabreaba ante algún fallo de sus compañeros. Perdía o ganaba. Pagaba, el farias siempre, el café, a veces. Se levantaba y decía “hasta mañana” sin soltar la colilla.
Pero esa tarde no fue. Se preguntaron dónde estaría. Nadie le conocía. Había aparecido por el bar hacía tres o cuatro meses. Se llamaba Antonio.
Al día siguiente sólo un Antonio aparecía en las esquelas del Diario.
El tintineo de un brindis se oyó a la hora de la partida.
102.- BRINDIS IN MEMORIAM
“ Yo conocí a Billy el Niño.
Creo que lo he visto tan sólo en una ocasión. Pero no me hagáis caso, estoy viejo y no distingo ya la realidad de mis propios sueños.
¡Brindemos en su memoria!”.
101.- EL MODESTO AUGUR
En una época económicamente convulsa , a R. no le importaba otra cosa que el presente.
Aparecía por el bar atestado de gente a eso de las ocho y se dirigía al mostrador en busca de una consumición. Sobre las mesas se apilaban vasos y ceniceros formando una cúspide de cigarrillos y papeles mojados. Nada de esto molestaba a R. que con una serenidad meticulosa ponía en hilera los restos abandonados por los clientes.
Examinaba con curiosidad el borde de los vidrios. Introducía la mirada impasible para leer en sus entrañas. Inspeccionaba el asiento, los costados de la superficie de madera del tablero y detenía su último afán detectivesco en el suelo. Luego anotaba trabajosamente las conclusiones con su mano izquierda.
Se vanagloriaba en silencio de conocer a todos los que por allí pasaban. Sus deseos y frustraciones.
Satisfecho, apuraba la cerveza y pagaba con el único brazo que poseía.
100.- Sin título.
Caían las primeras gotas de lluvia en la pequeña ciudad de nuestro protagonista.
Al salir del portal encontraría al vecino, con el que mantendría una de esas conversaciones llamadas equivocadamente triviales.
Iría a la panadería en la que tentado por los sentidos saldría con algo mas que la barra de pan. Se dirigiría a la cita con su madre,acordada en sesión dictatorial y la encontraría esperando en la puerta del bar elegido.No llegarían a entrar. Una cerveza rápida en la terraza, pues nuestro héroe no disponía de tiempo suficiente y, una conversación en la que las palabras: - “ya tengo veintisiete años - o – es mi vida, no es asunto tuyo” tomarían forma en la mente de este “Aquiles” moderno.
Al día siguiente, su madre llamaría al teléfono para peguntarle que quería para comer. Nada había cambiado.
99.- Sin título.
Llego tarde.- se excusó él. - Hoy no ha sido un buen día.- dijo cerrando el paraguas y metiéndose bajo el de ella.
- No, no lo ha sido - contestó ella, moviendo la cabeza.
- No te preocupes, ya estoy aquí contigo- le dijo él mientras intentó besarla.
Ella cerró el paraguas. Cogió su cara entre sus manos y muy bajito, le susurró: ya sabes que nunca podré pedir ayuda a nadie que no pueda
mirarme a los ojos.
Y siguieron charlando bajo la lluvia.
98.- “OTOÑO”
Cortado con sacarina y un descafeinado con leche templada, en vaso, por favor. La lluvia, tintineando de fondo. Dos Heineken. Un servilletero vacío. Cierto aroma a madera impregna las notas de una vieja armónica. Palabras, muchas palabras. Voces entremezcladas que se columpian en los goznes de las puertas, en los brazos de las lámparas, en el cajón de los cubiertos. Minúsculas partículas de agua se deslizan, sincronizadas, en una coreografía natural que permanece indiferente a los desafíos del reloj. Horas de tertulia cálida y desenfadada o conversaciones express para compartir el compromiso de la solitaria cercanía. Hijos, paro, resultados de la quiniela... Probablemente asomará un consabido “...con los tiempos que corren hoy día...”. Bocanadas de realidad conformando un afable panorama decorado, también, por las páginas de los diarios, los marcos de los cuadros, las pisadas que se graban en las baldosas. Espontánea autenticidad. Y la lluvia.
97.- Sin título.
¿Saben? Una vez seguí a mi exmujer.
Me divorcié de ella porque se había enamorado de otro y me engañaba, así que le quité a los niños, le quité la casa, le quité hasta el perro, un horrible chucho maloliente.
Me encontré con ella por casualidad y la seguí. La lluvia me ayudó a esconderme entre los paraguas.
Le quité a sus amigos, le quité su trabajo, le quité sus joyas...
Se encontró con él en un bar. Se besaron. Se abrazaron.
Le quité todo cuanto pude quitarle.
Se sentaron en la terraza, a pesar de la lluvia. Reían. Pidieron cerveza. Parecían felices.
Se lo quité todo a cambio de su libertad.
96.- Brindis
El duelo estaba previsto para las seis. Era el último duelo criollo de la Pampa, en el último boliche auténtico en las afueras de la ciudad. Se invitó al diario local. Los duelistas, legítimos herederos de los facones de dos gauchos matreros que antaño eran rivales pero nunca se enfrentaron, esperaron pacientemente, vestidos con sus mejores galas, botas de potro y bombachas de montar. Pero no vino nadie.
Por fin, llegó un fotógrafo. Había leído una nota muy pequeñita anunciando el duelo. Pero no era del diario. Lo que le interesaba era sacar una foto del antiguo boliche, una foto para un concurso artístico.
Cuando salieron a la cruenta llanura era de noche. Los cuchillos, que habían olvidado ya su rencor, se negaron a pelear.
Volvieron adentro cabizbajos. El dueño del boliche, aunque invitó la caña para el brindis, se negó a aparecer en la última foto antes de cerrar.