lunes, 17 de noviembre de 2008

110.- KARMENGATEN
Descendió del bus 5 en Menéndez Pelayo, y creí descubrir a un gemelo: intelectual, barbita, timidez y ropa barata.
Frente a mi Carmen 42, a medio camino entre Mary Poppins y los raqueros, le dije a mi semejante: “viví aquí”.
“Lo sé. Yo también. Soy quien copiaba tus pupilas cuando te afeitabas, tocho, náufrago barbón. Soy tú”.
“Imposible”.
“Lo sabes. Alguna vez me intuyes, como una sombra o un brillo sobre cristales... ¡Idiota!”.
“Pero...”.
“Dejaste de soñar, y ahora tengo que sacudirte, gordo cuarentón, derrochador, cobarde, para que recuperes la fantasía”.
Me rendí. Él era como yo debí haber sido.
Fuimos a beber. Había bombonas en los balcones, luces municipales enamoradas del misterio, persianas históricas, una bandera republicana,
carteles... y un maullar de sabios gatos ignorándome.
Le hablé de mí (de nosotros), buscando sorprenderle.
Sonaron las campanas de los carmelitas. Y mi reloj, falso como autobiografía de recién nacido, asintió.

No hay comentarios: