martes, 25 de noviembre de 2008

164.- Por fin.
Entonces llegué. Vencí la dureza de Lope de Vega y me asomé a esa calle siempre iluminada donde el respeto, el placer, el amor, la cultura y la amistad confluyen y conviven con la tradición. Ya estaba allí, sólo faltaba la recta final. El sudor fluía por mi frente pero me daba igual, el intenso anhelo por llegar pudo con todo lo demás. Comencé a andar echando la mirada a los lados curioseando, como siempre. Pude ver jóvenes en la oscuridad desatando su pasión contenida, círculos de amistad, escuché las primeras notas de música que se escaparon de un local con la puerta entreabierta, aunque no supe distinguir de qué se trataba. Después de toda la semana fuera sólo quería encontrarme con mis amigos, escuchar las notas de alguna de las canciones de la banda sonora de mi vida y saborear esa exquisita rubia de buen gusto y doble malta.

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