martes, 25 de noviembre de 2008

177.- CALLE DEL SOL
Amanecía sin nubes. Madrugada de 6 del 5. Pequeños gorriones cantaban con fuerza mientras la ciudad dormía. Los locales cerraban ya sus puertas –un golpe seco- y los pies, sobre vasos rotos, destrozaban la noche aplastando vidrios sobre el asfalto. Él había brindando, por el tiempo que pasa y el esfuerzo infructuoso de retenerlo entre los dedos de las manos. A esa hora ya sólo sentía la tiritona dentro de la cazadora y el golpe del frío de la mañana. Giró la cabeza y vio el reflejo de su rostro descompuesto en el cristal de un coche. Encendió el último cigarrillo, el que guardaba para el regreso a casa y bajo la claridad que llegaba del Este fue descubriendo la calle del Sol que se abría al día, a la mañana aún fresca y a los sueños de los que dormían.

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