lunes, 24 de noviembre de 2008

138.- TODOS LOS SEPTIEMBRES
Todas las mesas estaban vacías, pero él se dirigió a la de siempre aunque le diera el sol. Había llegado cinco minutos antes como todos los 6 de Septiembre, y cada minuto le pesaba más que todo el año de espera. Puntualmente, ella llegó. Y se sentó enfrente de él. Inquieta, se quitó los oscuros lentes y su cielo duplicado eclipsó para él al cielo de todos. Cuando se hizo presente el mozo, ella le pidió un café; pero no lo bebió. Tras media hora inabarcable, ella se quitó la flor que engalanaba sus cabellos y la deshojó. Al llegar al último pétalo sonrió y lo besó. Luego, se marchó como si su sombra le marcara el camino. Él, otra vez solo, aferró con sus etéreos dedos la única solidez que le era permitida y sus labios leyeron en el beso que la cita para el próximo Septiembre estaba concertada.

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