lunes, 24 de noviembre de 2008

158.- Viaje
El ritmo de mis pasos rebota en las paredes; el eco vuelve sordo por la neblina. No veo a nadie (¿es el frío o la ciudad está muerta?), y estoy segura de que los insomnes me juzgan, intentan identificar al dueño de los pasos que oyen acercarse, imaginar su estado de ánimo, el porqué de su paseo nocturno y quizá el lugar al que se dirige.
He observado durante horas la bahía en calma desde el espigón de Puertochico; tengo las manos heladas y la humedad metida hasta los tuétanos,pero me siento viva. He renovado el recuerdo del olor del agua, podré soportar algo mejor la contaminación madrileña. Como de costumbre, no voy a poder dormir, volverá la pesadilla recurrente en la que pierdo el tren de madrugada. (Frente a la iglesia, me despido del brillo del agua al fondo de la cuesta).

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