lunes, 17 de noviembre de 2008

129.- PISADA DE PERRO
En mi apresurado andar, fijo la mirada en el letrero “Calle del Sol”, pegado en la fachada del edificio. Sugerente nombre que me hace sentir ahora en el cogote el agradable calorcillo que nos proporciona el astro rey.
Ensimismado, como estaba, en mis pensamientos, evocaba los gratos momentos que allí pasé antaño: los bares de copas, los amigos en torno a unas buenas cervezas, los bailes de salón con sus sensuales movimientos y la firmeza con la que sujetaba a mi pareja, la... ¡MIERDA!..., sí, sí... la mierda que acabo de pisar, deslizándome sobre ella como un chiquillo en su patinete, guardando el equilibrio para no caer de morros, con indignas piruetas las cuales podían haberme puntuado los viandantes que sonreían socarronamente al presenciar mi exhibición propia de una demostración olímpica.
¡Cómo me gustaría decir a los cagones hijos de perra: eduquen mejor a sus amos!

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