miércoles, 26 de noviembre de 2008

206.- Sin título
El patrón vino a casa poco tiempo después, y me lo dijo con sus ojos inundados en lágrimas transparentes, silenciosas, arañando la palabra y quemando el sitio por donde pasaban. “Manuel no tuvo tiempo de saltar cuando nos embarcó la ola y el barco zozobró”. La lluvia cegaba todo hostigada por el viento huracanado que alzaba el mar en mil crestas blancas (de crepitar). Cuando fueron a buscarlo no lo encontraron, sólo flotaban algunos restos del pesquero.
Han pasado dos largos días, sigue lloviendo, siguen buscando, sigo esperando que me sea devuelto. A última hora de la tarde suena el teléfono y corro todo el interminable pasillo mientras mi mente se dispara.
-“María, soy yo, estoy bien, he vuelto a casa”.

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