lunes, 24 de noviembre de 2008

143.- Clave de Sol
El violinista abandonó el teatro. Zigzagueó entre calles que le recordaban su Bucarest natal. Estacionó el auto entre dos edificios y al salir, observó cómo una pequeña araña tejía su red junto al retrovisor.
Necesitaba un trago y no tardó en reposar la funda de su violín en un bar de luz difusa. A medida que el vodka se diluía, su mirada saboreaba viejas fotos de cantautores, bailarinas... Tras el cuarto vaso sus nudillos aún marcaban un compás estéril: demasiado tiempo sin escribir una nota.
Salió dando tumbos y se refugió en el asiento delantero. El sol del amanecer quebró su letargo. Al cerrar la ventanilla, tropezó con el mástil del violín; la funda estaba abierta y las clavijas se prolongaban hacia el retrovisor. Sobre las cuerdas, una telaraña dibujaba el pentagrama perfecto para una nueva sonata. Así teje a veces la vida sus impulsos: en clave de sol mayor.

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