lunes, 17 de noviembre de 2008

109.- LA CITA
El tequila raspará mi garganta con su filo etílico. Cuando salga del bar Rubicón ya iré un poco embriagado. Caminaré por la calle del Sol como una fiera excitada. Iré perfumado, el cabello recién cortado. Llevaré un traje negro, impoluto y nuevo. Lustraré mis zapatos para que brillen negros y espejados. Esperaré con nerviosa excitación la hora señalada. La cita será en mi salón y todo estará preparado. La chimenea, encendida, los leños ardiendo, las llamas danzando como una voluptuosa bailarina.
El revólver abrasará mi mano como un corazón de fuego.
La bala penetrará, implacable, horadando mi cerebro y saldrá teñida de rojo. No veré como una gota de sangre cae panzuda sobre mi traje dejando un rastro bermellón. Ni como una mosca gorda y grisácea se posa sobre mi ojo yerto.
El aroma del mar se colará con una ráfaga de viento, como un intruso.

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