miércoles, 26 de noviembre de 2008

197.- CALLE SIN SOL
-¡Garçon, tres daiquiris y una caña!
Y el camarero se giró extrañado mientras yo, absorto en el modo de besar la copa de una morena acomodada a media barra, pensaba en qué me había llevado a estar en aquel tugurio, y a aquellas horas de la noche.
Te miré de nuevo.
Charlamos un rato más, pese a que mi cuerpo no se encontraba en las mejores condiciones, pero ya había decidido no enamorarme, cosa que a menudo suelo incumplir. Antes de que pudiera darme cuenta, había descubierto que, como escuché de algún cualquiera hace tiempo, en los peores bares, a las peores horas, se conoce a la mejor gente. Incluso en los de las calles en las que nunca da el sol.

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