domingo, 16 de noviembre de 2008

60.- No corta el mar sino vuela
El día que descubrí que sólo podía leer los libros que ya había leído decidí cambiar de vida, abandonarlo todo y largarme a un viejo velero atracado en un puerto sin vida del norte de Europa.
Un viejo calafateador se convirtió en mi mejor y único amigo. Juntos, entre brea y estopa, decidimos escribir nuestras propias aventuras y recorrer, proa al viento, los fríos mares del Norte. La pluma se empapó de nueva vida y el crujir de la madera de la cubierta de Tusitala, nombre del navío, nos hizo sentir libres.
Pasados varios años y muchos puertos, nuestro barco se hundió entre las frías aguas y nuestras palabras emergieron en busca de nuevos piratas tan locos e intrépidos como lo fuimos en aquellas travesías.

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