Él se detuvo en la puerta del Rubicón, faltaban cinco minutos para las diez y le sudaban las manos: “¿Espero dentro o fuera?. Fuera, decididamente fuera”.
Ella miró la hora en el reloj de la iglesia de los Carmelitas. El corazón le latía en la garganta y la culpa no era del todo de las prisas: “Cálmate que vas bien de tiempo, respira hondo!”
Por enésima vez él miró a ambos lados de la calle, no le costó distinguirla de lejos y saludó entusiastaagitando los brazos.
Ella lo vio haciendo esparajismos y de inmediato el nudo de su estómago se disolvió, se echó a reír mientras llegaba a su lado.
- Te dije que soy algo miope, pero no es para tanto.
- No quería que te perdieras- susurró él dándole un rápido beso en los labios.
Era su primer beso, ambos sonrieron y entraron en el local.
Ella miró la hora en el reloj de la iglesia de los Carmelitas. El corazón le latía en la garganta y la culpa no era del todo de las prisas: “Cálmate que vas bien de tiempo, respira hondo!”
Por enésima vez él miró a ambos lados de la calle, no le costó distinguirla de lejos y saludó entusiastaagitando los brazos.
Ella lo vio haciendo esparajismos y de inmediato el nudo de su estómago se disolvió, se echó a reír mientras llegaba a su lado.
- Te dije que soy algo miope, pero no es para tanto.
- No quería que te perdieras- susurró él dándole un rápido beso en los labios.
Era su primer beso, ambos sonrieron y entraron en el local.
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