lunes, 17 de noviembre de 2008

106.- Tú, tu calle.
Esta vez no me voy a permitir mentir diciendo que si estaba allí no era para encontrarte. Había pasado horas por los alrededores, esperando a que llegara el momento en el que aparecieras doblando alguna esquina y burlando a las aceras, con cara de que el frío te rasgaba la garganta y te hacía los ojos de cristal. Con manchas de lluvia bajo cada una de las pisadas, mezcladas con la desesperación de no saber qué, ni dónde; y menos aun para qué. De cualquier forma a ti ya no te rozaba el Sol, y yo llevaba horas esperando verte amanecer .
Rana

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