lunes, 17 de noviembre de 2008

107.- CUESTA ARRIBA
Salga el sol por donde salga, caliente o no caliente embistiendo el aire con su fuego, resbale la lluvia o golpee mi cara con fuerza, cuando aún queda lejos la parte recta, yo me paro en mi bonita cuesta.
Paseo mi enorme puñado de años cuesta arriba, deseando encontrar a alguien para que se produzca el simpático momento en el que uno es mucho más alto que el otro (curiosidades de mi calle en cuesta), dejándome guiar por los olores y analizando con mi vista ya cansada unas paredes cómplices, unos ojos discretos que tantos momentos vivieron, unos muros valientes que dejan que la lluvia arrastre lo que no quieren, unos ojos para los que yo, con mi amable madurez, meneo mi falda al compás de mi cadera, sabiendo que una vez más me observan, ¿se lo contará en las noches solitarias a la inmutable Sardinera?

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