domingo, 16 de noviembre de 2008

38.- POCO ESPACIAL Y MENOS RAZONAMIENTO
Recuerda la terraza de la emblemática calle a unas aspas de molino o tal vez más a las casetas que atisbábamos cuando el gran Visconti nos sumergía en la lasciva Venecia en la que un viejo escritor perseguía la belleza que en el fondo lo que escondía era su deseo de acostarse con un adolescente ambiguo. También a un baile de salón de los que contempló Santander cuando era refugio de los aristócratas que ahora han sido sustituidos por los botines de espabilados banqueros a pesar de los tiempos de cólera y de crisis. Y hasta a un tío-vivo que nos marea y aturde casi más que un vino antes del aperitivo matutino santanderino. Buena toma. Conjuga el movimiento con la tranquilidad que al final solo conseguiremos en campo santo. Y no todos. Mirando al mar. Soñé.

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