En este caso he tenido la sensación, sin haber pisado nunca la verde Santander, que muchas veces he transitado por la calle del Sol de la capital cantabra, porque somos lo que vivimos, soñamos o imaginamos y no existen dos casualidades iguales nunca sino que es el destino es que nos fuerza a encarrilar nuestra vida por diferentes derroteros que al final nos llevan al mismo camino. De ahí esa sensación de que hemos estado en un sitio cuando es la primera vez que lo pisamos. Coches a ambos lados la hacen mas estrecha de lo que se merece y al final la experiencia de que hemos podido desprendernos de nuestra carcasa material y volar y volar hacia el Norte y oler el Océano Cantábrico que tanto me recuerda siempre a un sexo femenino maduro pero todavía húmedo y tierno.
domingo, 16 de noviembre de 2008
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