domingo, 16 de noviembre de 2008

44.- CHAPAS.
Se fue de noche. Apuntó en una chapa de cerveza su teléfono y caminó entre la gente animada que saltaba del Dolmen al Urban y al Rvbicón y viceversa, y viceversa. Entró al Metropole. Ella aún no había empezado su turno. Dejó la maleta a un lado. Arrancó una de las mil chapas de la pared y colocó la suya. Con fuerza, con rabia. Acbrás llamndom, le envió al móvil.
Ella notó la vibración. Sacó el teléfono. Hizo una mueca. Borró el mensaje y el número. Fuera tentaciones pensó con seguridad de nueva rubia. Aceleró el paso. Esa noche curraba. Camarera eventual y divertida convertida en camata fija y gris. Vida eventual y brillante transformada, tachán, en fija y mate. Jaque mate.
Unos cientos de semanas después la chapa cayó bajo su tacón. Ella recordó el teléfono. Llamó. Contestó una mujer. Lloró plácida sobre la barra hasta que entró gente.

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