58.- EL NÁUFRAGO
El velero parecía un pájaro inmenso doblado sobre el mar. Yukio oyó el suave balanceo de su casco y pensó en los años que llevaba en la isla. Evocó, sin dolor, el rostro de su madre, recortado bajo un dintel de bambú; pensó en sus hijos varones y en su amada esposa Hang. Luego la imaginó preparando el té, con sus delicadas manos blancas...y un lívido sollozo estremeció su corazón.
El barco echó el ancla junto al perfil rocoso de la isla. Yukio avanzó y se arrodilló agradecido: por fin, después de Pearl Harbor, el Emperador acudía en su rescate. Había pasado treinta años encerrado en el corazón de la jungla. Ahora, por fin, podría regresar a casa.
Lamentablemente, según le contó el capitán del velero, la guerra aún no había terminado.
El velero parecía un pájaro inmenso doblado sobre el mar. Yukio oyó el suave balanceo de su casco y pensó en los años que llevaba en la isla. Evocó, sin dolor, el rostro de su madre, recortado bajo un dintel de bambú; pensó en sus hijos varones y en su amada esposa Hang. Luego la imaginó preparando el té, con sus delicadas manos blancas...y un lívido sollozo estremeció su corazón.
El barco echó el ancla junto al perfil rocoso de la isla. Yukio avanzó y se arrodilló agradecido: por fin, después de Pearl Harbor, el Emperador acudía en su rescate. Había pasado treinta años encerrado en el corazón de la jungla. Ahora, por fin, podría regresar a casa.
Lamentablemente, según le contó el capitán del velero, la guerra aún no había terminado.
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