80.- Aire caliente
A través de la cristalera del bar vimos pasar a Arrizabalaga, al “Rojo” y a todos los otros del incendio. Caminaban despacio, ocupando en toda su anchura la estrecha carretera, en dirección a la iglesia del Carmen.
-Es el puto sur, que no les deja descansar -dijo alguien a mi espalda.
Luego apareció el coche rojo y un estremecimiento nos hizo enmudecer. Cuando vimos que el conductor iba a tocar el claxon la mayoría de nosotros tuvimos que apartar la mirada; en el brutal silencio los ruidos de la calle nos llegaban con insólita nitidez, y oímos pasar al coche y continuar su marcha hasta el final.
Todavía tardamos un rato en salir a la calle; entonces, al sentir en la cara el frescor del viento que ahora soplaba, comprendimos por qué no había ocurrido nada.
A través de la cristalera del bar vimos pasar a Arrizabalaga, al “Rojo” y a todos los otros del incendio. Caminaban despacio, ocupando en toda su anchura la estrecha carretera, en dirección a la iglesia del Carmen.
-Es el puto sur, que no les deja descansar -dijo alguien a mi espalda.
Luego apareció el coche rojo y un estremecimiento nos hizo enmudecer. Cuando vimos que el conductor iba a tocar el claxon la mayoría de nosotros tuvimos que apartar la mirada; en el brutal silencio los ruidos de la calle nos llegaban con insólita nitidez, y oímos pasar al coche y continuar su marcha hasta el final.
Todavía tardamos un rato en salir a la calle; entonces, al sentir en la cara el frescor del viento que ahora soplaba, comprendimos por qué no había ocurrido nada.
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