De la mano se les veía pasar por La Calle del Sol. A veces se encontraban con amigos y conversaban. Se deseaban buen día y seguían su paseo tendiendo al mundo sus vísceras machacadas. Entonces, por arte de magia, la Biblioteca aparecía a su izquierda. Denver tentaba a la suerte y miraba al cielo en busca de alguna excusa para poder echar un vistazo a los autores rusos del XIX. A veces se las ingeniaba para seducir a June con promesas gastronómicas a cambio de unos minutos entre los estantes donde las novelas se agolpaban. Era una pareja tendida en los raíles de la vida. Ella disfrutaba escuchando historias de mujiks y príncipes que perdían sus calesas como ellos perdieron sus sueños. Ellos conocían la distancia que separaba la realidad de esas novelas. Sabían de sobra la pereza con la que los días pasan cuando apenas queda nada que perder.
domingo, 16 de noviembre de 2008
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