Aurora se detuvo y susurró, más para sí misma que para el mundo:
-Qué extraño resulta darse cuenta por un trozo de pared desconchada de que la vida pasa volando.
La idea se desvaneció de su mente y, sin más, reanudó la marcha, como si hubiese sido la necesidad de atención a ese pensamiento, incompatible con seguir caminando, la culpable de la parada.
-Claro que- pensó en alto, obviando la media hora transcurrida entre su parada y ese momento- puede que el problema no sea que el tiempo pasa deprisa, sino que la vida es corta. ¿Te parece a ti la vida corta, Elena?
Llevan sesenta años juntas y nunca han hablado de ello.-Dicen que nacer es empezar a morir, así que no hay tal vida, sino muerte.
-Y tú, ¿estás de acuerdo?
-Lo estaba, pero, cuando te conocí, dejé de morir para siempre.
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