42.- Sin título
Siete de la tarde, fría y lluviosa. Ha sido un día agotador. Las hojas que también salían despavoridas de su jornada laboral se me han pegado a la suela de los zapatos.
El camarero de siempre y el mediano habitual.
Una pareja charla con sus cervezas medio vacías y un paraguas que soportar. Me resulta peculiar. Tal vez prefieren el silencio de la lluvia golpeando con fuerza el cristal de sus mesas. No sienten lo que yo. No sienten el frío, ni el ruido, ni la humedad en sus calcetines. Se cobijan en una caña que seguro para ellos está a medio empezar. Es lo que tiene saber disfrutar.
Vuelvo a mirar el reloj. Las ocho, aún queda mucha tarde y ya solo chispea. Doy las gracias y salgo por la misma puerta. Las hojas que antes gruñían, ahora revolotean cuan divertidas y juguetonas. Por fin ha dejado de llover.”
Siete de la tarde, fría y lluviosa. Ha sido un día agotador. Las hojas que también salían despavoridas de su jornada laboral se me han pegado a la suela de los zapatos.
El camarero de siempre y el mediano habitual.
Una pareja charla con sus cervezas medio vacías y un paraguas que soportar. Me resulta peculiar. Tal vez prefieren el silencio de la lluvia golpeando con fuerza el cristal de sus mesas. No sienten lo que yo. No sienten el frío, ni el ruido, ni la humedad en sus calcetines. Se cobijan en una caña que seguro para ellos está a medio empezar. Es lo que tiene saber disfrutar.
Vuelvo a mirar el reloj. Las ocho, aún queda mucha tarde y ya solo chispea. Doy las gracias y salgo por la misma puerta. Las hojas que antes gruñían, ahora revolotean cuan divertidas y juguetonas. Por fin ha dejado de llover.”
No hay comentarios:
Publicar un comentario