Los vasos se amontonan en la mesa y, de tantas veces repetida, la imagen se detiene en un instante fotográfico. Una noche y otra más. Una semana, un mes. Los vasos continúan en esa mesa. Pasa un individuo, dejando tras de sí la estela de su paso. Una foto y otra más, colgadas, desde hace años en la misma pared. Allende dirigiéndose a su pueblo y una bailarina, con mirada concentrada, en espera de los compases de una música que de comienzo a su actuación. Pero la música no suena, sólo se oye el sonido del golpear de los vasos sobre la mesa. Clap, clap, clap, son gotas de lluvia que caen en el exterior. Pasa un otoño, un invierno más y los vasos continúan en esa misma mesa. Es como si el tiempo, de tantas veces repetido, se hubiese detenido en ese instante.
lunes, 17 de noviembre de 2008
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